59. Invitados I

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Harry

No teníamos muy claro cómo organizar la llegada, pero siempre puedes confiar en Lucian para que conozca todas esas cosas de protocolo en desuso. Al parecer, lo apropiado era recibirles ante la escalinata del palacete. Me pregunto qué pensarían durante todo el trayecto hasta allí.

Les habíamos enviado diversos coches con los guardias como conductores y ayudantes al aeropuerto. Porque estuviésemos en casa no íbamos a aliviar la seguridad ni un ápice. Nunca se sabe. El trayecto era largo. Pasarían por diversos pueblos cercanos antes de llegar siquiera a divisar Veraux. Cuando lo viesen. ¿Qué pasaría por las mentes de los que nunca lo habían visto antes? Lo que más llama la atención desde la carretera siempre es la Fortaleza contra la montaña, pero has de atravesar todo el pueblo al salir de la autopista para llegar a él. Verían las casas, los comercios, las plazas, el ayuntamiento, la gente. No habíamos anunciado su llegada, pero seguro que muchos de los habitantes del pueblo reconocerían los coches y les presentarían sus respetos al pasar a su lado. ¿Cómo se lo tomarían?

Tras un par de curvas, empezarían de nuevo a divisar la Fortaleza, ahora mucho más cerca y mucho más imponente que desde la autopista. Las murallas ya no se confundirían con el terreno, sino que se alzarían como lo que estaban pensadas para ser, una barrera firme entre el exterior y el mundo del la Fortaleza. ¿Se sentirían intimidados por ellas? Seguramente. Podrían apreciarlas en todo su esplendor por el sinuoso camino que llevaba hasta ellas. Ya podrían distinguir los cubos, quizá también las almenas del adarve. No sería hasta que no atravesasen el primer rastrillo que se darían cuenta de lo impresionante que en verdad era la seguridad que proporcionaban. Cuando viesen el grosor y su altura, los puntos de control y su igualmente serpenteante recorrido, entonces sí se harían cargo de lo poderosas que son.

Una vez pasados los tres rastrillos ya se habrían adentrado en la Fortaleza, estarían a poca distancia de llegar a su corazón. Los coches no pueden entrar directamente en las calles de la ciudadela, lástima que no puedan verla al completo. Se tendrán que conformar con lo que vislumbren de ella mientras la rodean por el camino de los carruajes. Pasarán entre los barracones de guardia y los silos. No es la parte más bonita, pero sí una de las más importantes para muchos de nosotros.

Las cocheras están en el extremo directamente opuesto al que entran, por eso los coches se detendrán ante las escaleras para que bajen los invitados y los sirvientes recojan los equipajes de los maleteros. Luego seguirán su recorrido hasta que desaparezcan de la vista discretamente.

¿Cómo de confusos estarán al ver el Palacete? ¿Pensarán que el castillo que vieron desde la autopista fue un mero espejismo o se darán cuenta de que se encuentra a las espaldas del edificio renacentista?

Pero ya está bien de hacer elucubraciones mentales que no puedo responder, lo mejor será que me prepare para su llegada. Ya escucho el crujir de la gravilla bajo las ruedas, eso quiere decir que están a punto de hacer acto de presencia. Aún así, una última pregunta ronda mi mente: ¿Cómo interpretarán que todos estemos esperándolos allí?

El primer coche en detenerse es en el que vienen Hermione y sus padres, por supuesto. Se baja con una radiante sonrisa en sus labios para todos nosotros, la de sus ojos está dirigida principalmente para Draco. Los señores Granger también bajan sonrientes, pero en su caso se nota el nerviosismo que intentan ocultar. Está claro que lo que ven les tiene sorprendidos y un poco cohibidos. Pero Lucian se encarga de inmediato de solventarlo, acercándose y recibiéndolos con una sonrisa cálida. Está en su salsa como el gran anfitrión.

Entre las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora