9. Necesito una siesta ya.

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Como un autómata repongo estantes, atiendo a clientes, almuerzo con las compañeras y limpio el almacén. Cuando dan las tres estoy roto y sólo quiero llegar a casa y dormir la siesta.

Espero no encontrarme con Sonia, pero lo que me espera en casa es aún peor. Mis padres han preparado una de sus famosas asambleas familiares.

Para mis amigos mis padres son un matrimonio genial, que siempre nos han dado mucha libertad a mi hermana y a mí, con los que se puede hablar y respetan nuestras decisiones. Pinta bien, ¿verdad?. Pues no os dejéis engañar, también tienen sus cosas. Y una de ellas es justo ésta. Esas asambleas eternas para debatir cosas esenciales de la vida, como suelen decir ellos.

Normalmente nos avisan con antelación y hacen una especie de orden del día previo, para el cual nos hacen partícipes y mi hermana y yo añadimos o quitamos puntos a debatir. Todo sea dicho, normalmente quitamos, a ver si así acaban antes. Pero hoy no, hoy me han pillado por sorpresa y en este estado tan lamentable. No han podido escoger peor día.

-Val hijo, a la Mamá y a mí nos gustaría hablar contigo de un tema importante- me comenta mi padre mientras que con su mano me anima a sentarme junto a ellos en la mesa de la cocina.

Sé que no les puedo decir que no. Pero gruño un poco en sentido de desaprobación.

- Quizá haya sido culpa nuestra no haberte hablado antes de ésto- dice Mamá un poco avergonzada - Siempre hemos pensado que eras suficientemente independiente como para tomar tus propias decisiones, pero quizá no hemos sabido impulsarte un poco para que salieras del nido-.

Ahí está otra vez, no eran paranoias mías, quieren que me independice. Y no es que no lo haya pensado mil veces, es que no quiero vivir solo y no tengo con quien irme a vivir.

La conversación continúa en esa línea, me comen la oreja con lo de que tengo mi carrera terminada, un trabajo estable, y que soy muy apañado con las tareas de la casa y un sin fin de motivos por los cuales debería irme a vivir solo.

Yo no les quiero contar que no soporto la idea de llegar a casa y que no haya nadie en todo el día. Que odio comer solo y acabo mal comiendo cualquier mierda precocinada. Que todos mis amigos ya viven con sus parejas menos yo, así que opto por la opción más simple.

-Pero es que el precio de los alquileres está por las nubes- les digo finalmente -Y hacer frente solo a una hipoteca es una locura-.

No se me ocurre ni de coña comentarles que Álvaro está solo y que podríamos irnos a compartir piso sin problema. Así que espero que se apiaden de mí y desistan de su idea.

Lo que ocurre a continuación, sin yo saberlo, marcará un punto de inflexión en mi vida.

- La abuela te dejó un dinero para estudiar- me dice Papá. -Pero como fuiste obteniendo becas y trabajabas los fines de semana, nunca te hablamos de él- Se gira en dirección a mi madre y le pone esos ojitos de cordero degollado que sabe que le ablandan el corazón a su mujer - ¿Qué te parece, cariño?

- Vale, a ver. No te vayas a pensar que es para tirar cohetes, pero un buen pellizco sí que es. La abuela guardo unos seis o siete mil euros para pagarte la universidad y todo los gastos que pudiera. Con eso tienes suficiente para alquilar algo sencillo, pagar a la inmobiliaria, la fianza, depósito o lo que sea que te vayan a pedir. Y hasta te sobrará para comprar algunos muebles baratitos en Ikea. ¿Cómo lo ves?-

¡¡Mierda!! Se me acaban las excusas. Así que les prometo pensarlo y decirles algo pronto.

La cabeza me va a estallar, necesito una siesta ya.

ValentínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora