80. Hubiera rezado un padre nuestro.

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Un poco por encima Álvaro le fue contando a su amigo cómo se habían conocido Samuel y él. Valentín escuchaba entre asombrado y contento.

- Bueno, pues muy bien, ¿no?. Imagino que sabes que Sami es gay. Y viudo - le dice mientras que levanta ambas cejas.

- Lo sé perfectamente.

- ¿Y...?

- Y nada, Val, y nada. Samuel y yo ya lo tenemos más que hablado. Simplemente somos amigos.

- Pues no lo entiendo. Según lo que me has contado congeniáis bastante y, además, la chiquilla parece encantada contigo.... -observa la cara un tanto avergonzada de Álvaro - ¡Ay no!, no me digas que...

- ¿Que qué?

- Nada, nada - pero la sospecha de que Álvaro tenía a alguien más en mente había sido sembrada- Pues es una pena, creo que a Sami le gustas mucho, y ya te digo yo que eso es rarísimo.

- ...

- Hace un par de años, en una fiesta de Navidad intenté besarle descaradamente y me hizo la cobra [1] de mala manera- rompe a reír Valentín.

Álvaro comprende ahora la cara tan rara que le hizo en su momento Samuel cuando le había dicho que era amigo de Valentín.

- ¡A ver si ahora va a resultar que eres irresistible! - le contesta un poco indignado.

La cara de Valentín se tiñe de rojo en un momento - Jajaja, que no lo digo sólo por eso, hombre. Pero que de verdad que todos sabemos que ha guardado estrictamente el luto a Ale - se explica el hombre que cada vez está más colorado - Sin embargo le noto comportarse distinto contigo.

- ¿A qué te refieres?

- No sé, como que está más relajado, se ríe más.. - se queda pensando un momento y concluye - parece más feliz.

Cuando resulta que la conversación ya no fluye más, Valentín se pone de pie y se dirige con ambas tazas sucias a la cocina. Justo antes de desaparecer por el quicio de la puerta, asoma la cabeza en dirección a su buen amigo para decirle: - Pero Quique nos sigue gustando mucho a todos, ¡eh!.

...

Quique no podía posponerlo más, llevaba mucho tiempo cortejando a su ex de manera relativamente sutil.

Al principio le había dejado mucho espacio por no agobiarle, sabía por el propio Álvaro que no era el único con intenciones románticas para con su persona. Y Quique era consciente de que él solito había dejado marchar ese tren en el mismo momento que le dijo que se marchaba de casa.

Pero la historia con el tal Samuel parecía no ir a ningún lado, así que se dijo a sí mismo "El que tenga miedo de morir que no nazca" y decidió que recuperaría al que había sido su amante y compañero.

En los últimos meses, se habían estado viendo casi a diario. Hacían muchos planes como amigos, pero la realidad es que ninguno de los dos pasaba tanto tiempo con otros amigos como lo pasaban entre ellos. "Eso debe de significar algo", se daba ánimos a sí mismo Quique.

Una tarde que iban paseando por el parque central, pudo sentir el cuerpo de Álvaro tan cerca del suyo, moviendo los brazos hacia delante y hacia atrás al mismo son que lo estaba haciendo él mismo. Le sudaban las palmas y se las secó discretamente sobre las perneras del pantalón. Se mordió el labio inferior y porque no creía en nada, pero si lo hubiera hecho seguro que hubiera rezado un padre nuestro para darse ánimos.

En el siguiente vaivén de los brazos, le sujetó el meñique izquierdo con su meñique derecho. "Que no se retire, que no se retire" iba pensando Quique con la vista muy fija hacia el frente.

Y Álvaro no se retiró.

No sólo no se retiró, si no que un par de movimientos después entrecruzaban todos los dedos de sus manos, mientras que seguía hablando animadamente de las liadas que habían hecho los gatos con las macetas del salón.



[1] Jerga, se refiere a cuando alguien retira la cabeza hacia atrás (como hacen las cobras) para evitar que otra persona le dé un beso.  

ValentínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora