Todo el trayecto está repleto de momentos memorables. Atesoro como recuerdo en mi corazón el escuchar música mientas que bailamos en el espacio reducido que nos brinda este cochecito amarillo.
Siempre me ha gustado conducir y normalmente lo hago a gran velocidad, pero este camino lo quiero disfrutar lentamente. Quiero tenerle mucho tiempo sentado a mi lado, pudiendo oler su aroma, mirar su perfil y escucharle cantar cuando sale alguna canción en español en la radio.
Voy a crear un viaje largo e inolvidable.
Voy a hacer que aprecie mi compañía.
Voy a sonreír de forma coqueta cada vez.
Valentín es un hombre obediente, parece estar de acuerdo con la mayoría de cosas que decido. Y eso me hace tener la estúpida sensación de que puedo hacer con él lo que me de la gana. ¡Qué imbécil fui!, llegar a pensar que un extranjero sería así de dócil...
Cuando llevamos diez horas de trayecto me ve pestañear lentamente de puro cansancio, y me dice en un inglés con fuerte acento español que pare para que podamos dormir un poco. Así que procedo a buscar un sitio cerca para pasar la noche. Él me está mirando y se ríe, no sé de qué, así que le miro seriamente y noto como se avergüenza y aparta la mirada mientras que dice su famoso "perdona". Le he escuchado tantas veces decir eso que es de lo poco que he aprendido yo en español. Cuando está a punto de salir del coche le agarro por la muñeca para detenerlo, en estos casos echo en falta el poder hablar. Tiro de él hacia mí y cuando gira en mi dirección mi mente sólo piensa en una cosa. Bésalo.
Me da igual lo extrañado que esté, no pienso desaprovechar este momento. Es mi primer beso, nuestro primer beso. E intensifico la presión.
Valentín se deja llevar. Sé que no está enamorado de mí, ni siquiera tengo seguro que pueda enamorarse de alguien en estos momentos. Pero con no rechazarme estoy feliz.
La recepción de los apartamentos de carretera está en la entrada del complejo. Me acerco al mostrador y le escribo al señor calvo que lo regenta que necesitamos una única habitación para pasar la noche. Que mi marido no habla tailandés, así que si le viene pidiendo algo en inglés me lo comunique a mí antes para traducirle.
Una cosa es besarle, otra muy distinta es dormir en la misma habitación. Pero en esta vida quien no arriesga no gana.
Al llegar a la puerta 32 hace el amago de despedirme, así que no me queda más remedio que entrar con determinación. Me dice que no que no en español, juego la carta del idioma y no le presto atención. Luego me dice en inglés "You in your room...". Sigo colocando cosas en el baño.
- Khalan, is better that no to sleep in the same bedroom.
No me pienso marchar de aquí. Antes le vuelvo a meter en el coche y dormimos allí juntos que separarme a estas alturas de la historia. Así que decido sacar mi libreta e inventarme una excusa medio creíble. "No more rooms available". Como no me entiende busca mi frase en un traductor en línea y sale enfurecido de la habitación.
Ahora es el momento de ver cómo actúa el calvo de la recepción. De hacerlo bien se habrá ganado una amplia propia.
Mientras que Valentín está fuera aprovecho para ducharme. Y sin darme cuenta me he quedado dormida nada más meterme en la cama. Cuando regresa a la habitación siento su mirada en mi nuca, luego le oigo resoplar e ir al baño. Al salir no oigo nada. Debe de estar pensando qué hacer, pero finalmente se mete en la cama conmigo.
Pensaba que con la emoción de tenerle a mi lado no dormiría nada, pero me doy cuenta de la paz que me trasmite oírle respirar y poco a poco caigo en un profundo sueño.
Me despierto antes que él, siempre he sido de trasnochar, pero siento mi cuerpo muy descansado y mi corazón está feliz de tener a Valentín al lado. Me quedo con una sonrisa boba mirándolo a un palmo de su rostro. Al abrir los ojos no parece sobresaltarse, al contrario, realiza un gesto tan natural pero que a la vez me resulta tan erótico que noto como mi cuerpo se calienta. Se frota la barba, esa gran barba castaña de hombre occidental. Llegó a Tailandia sin ella, pero en estas semanas se la ha ido dejando crecer como gesto que sirve para mantenerme a mí en celo. No sé qué expresión he debido de poner que cuando se levanta va directo a afeitarse. ¿Ha podido oler mi rastro de hormonas?
No encuentra su cuchilla, y como no quiero verle angustiado, decido abandonar ese pequeño placer y sacando una navaja de mi mochila me lo llevo de vuelta al baño. No se le nota muy seguro al verme con la hoja afilada en la mano, así que le tengo que agarrar por ambos hombros y ejercer mi peso sobre él para que permanezca sentado en el taburete. Le pongo una toalla cálida en el rostro, saco una espuma rosa que huele a fresas y comienzo a rasurarle.
Con cada movimiento debo concentrarme porque no tiemblen mis manos de la emoción, y me digo que debo relajarme y aprovechar la ocasión. Mi mano derecha maneja la navaja con pequeños movimientos, mi mano izquierda disfruta de tocarle su cuello, sus orejas, e incluso pegarle pequeños tirones del pelo de la nuca cuando necesito que deje de moverse. Le oigo emitir pequeños gemidos de placer que bloquea al darse cuenta. Ha cruzado las piernas para disimular una erección. Y debo lanzarle una toalla caliente para que se limpie solo si no quiero que él se percate que yo no estoy mucho mejor en estos momentos.
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Valentín
RomanceValentín pasa de la treintena cuando sus padres deciden que se marche de casa. Su hermana quiere buscarle novio y su mejor amigo acaba de romper con su pareja. Para él, un viaje inesperado le llevará a romper sus propios prejuicios y abrir su corazó...