72. En Madrid.

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Cuando un amigo hetero te dice la famosa frase de "pues yo conozco a un chico gay, ¿te lo presento?", creo que no entiende para nada que a los chicos gays nos atraen los hombres, algunos hombres. No porque sean gays, o porque sean heterosexuales, o bi. No es cuestión de su orientación sexual, es por pura atracción.

Siempre acabo poniéndoles el mismo ejemplo, les coloco en una balanza una mujer heterosexual pero con un aspecto y una personalidad que sé que no les va a agradar lo más mínimo. Y en el otro lado de la balanza su prototipo de mujer perfecta, pero que sólo está interesada en otras mujeres. Y les pregunto; "¿Qué mujer te atrae más de las dos?"

La respuesta siempre es la misma, la chica lesbiana, a sabiendas que no les va a hacer ni puto caso.

Pero Joan estaba muy, muy pesado.

- Es un amigo de mi prima Alba- me dice, y al ver que no caigo en quién es, continúa- Alba, ¿te acuerdas de ella, la que venía a mis cumpleaños cuando éramos pequeños y siempre jugabais juntos?

- ¡Ah, ya, ya!- tengo un ligero recuerdo de Alba, pero hace como mil años que no nos vemos y estoy seguro que si nos cruzamos por la calle ni la reconozco.

- Pues resulta que tiene un amigo gay que por lo visto es muy guapo y, además, debe ser un tío genial, porque ella habla con mucho cariño de él.

- ...

- ¿Te lo presento?

- ¡No!, déjate de citas, Joan.

- Pero, ¿por qué no?, ¿qué más te da?, si ahora no estás saliendo con nadie.

Y así de pesado se estuvo poniendo mi amigo que al siguiente fin de semana que salimos todos los chicos juntos, apareció la famosa Alba con su amigo.

Juro que no me suele entrar nadie por los ojos a primera vista, porque las veces que me ha pasado les he puesto en tal pedestal que luego al conocerlos realmente todos me han parecido simplones o capullos perdidos.

Pero ahí aparece un chico precioso, con una mirada de esas limpias y directas. Tenía una sonrisa que sin ser estridente, era sincera. Y lo mejor de todo es que no tenía miedo a enseñarla, aunque sus dientes no fueran perfectos.

Solo por eso, Joan se libró de que le echara la bronca, pero yo no tenía ninguna gana de flirtear con el amigo de la prima de mi amigo. Es que solo de pensarlo parecía el inicio de un chiste malo.

Sin embargo, el chico se mostró encantador, conseguía mantener una conversación interesante con cada uno de nosotros. Aunque de primeras parecía no tener nada que ver con ningún resultó que venía de familia numerosa como Marc, con el que se estuvo riendo un buen rato contando anécdotas de sus familias. Con Valentín coincidía en las bebidas, les gustaba tomar las mismas cosas, así que Val se animó y pedía todo por dos. El feeling con Alba era súper obvio. Y Joan aprovechó para contar batallitas que habían vivido los tres juntos cuando salían por ahí con el grupo de ellos dos.

Solo conmigo parecía no cuadrar mucho. Le vi mirándome de reojo un par de veces desde el otro lado de la mesa, pero no hubo ningún amago de acercamiento. Sin embargo, a mí sí me llamó la atención, además de guapo y de tener un carácter sociable y tranquilo, me gustaba mucho su estilo, su forma de mover las manos y cómo controlaba el espacio que le rodeaba.

Era claramente mi tipo.

.....


Hoy me acuesto solo en una cama demasiado grande, con una sonrisa boba en la cara. Tan absorto en mis pensamientos que no me he percatado que tengo dos llamadas perdidas de Valentín.

Apagado.

Decido llamar a Khalan, para ver si está con él. Pero me cuelga tras mi explicación, para luego hacerme una de las video llamadas más surrealistas de mi vida.

La joven tailandesa está hablándome como lo hacen los sordos.

- ¿Qué?... What?...- intento preguntarle.

Pero por toda respuesta saca la libreta esa negra que tanto usa ella y me pone en español: "Soy un hombre y soy mudo", y por si fuera poco se despide con un "Cuida de él por mí" y me cuelga.

¡¿Qué leches está pasando?! Mi cabeza está a punto de explotar.

Y mientras que los recuerdos de ese primer día con Quique y los de esta noche de nuevo con él aún siguen persistiendo en mi cerebro, la incertidumbre por lo que pueda estar pasando con Valentín les gana terreno en mi cabeza.

Le llamo varias veces y le dejo un par de mensajes muy preocupado. Pero no es hasta las dos o las tres de la noche que suena mi teléfono y aparece su nombre en pantalla.

- Valentín, ¿qué está pasando?, ¿dónde estás?- le pregunto un poco somnoliento.

- En Madrid. No te preocupes, sigue durmiendo.

- ¡¿En Madrid?!

- Voy a pillar un AVE [1]. En poco más de tres horas estaré por allí- me decía cansado- pero, ¿podrías venir a buscarme a la estación cuando llegue?



[1] Tren de Alta Velocidad de Española.


Fin del segundo volumen

ValentínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora