Aunque Álvaro no había tenido la oportunidad de hablar con Valentín aquel día que le pilló su botín literario, si lo tuvo un par de días después.
Para él era importantísimo que su mejor amigo supiera que estaba a punto de hacer la locura de volver con un ex. Sabía que para Valentín lo de "los ex no se tocan" era como un mantra, pero visto lo visto con Khalan...
Quique le había dicho que pasaría a buscarle para salir a cenar, pero él realmente no quería cenar, es que no quería, quería otra cosa. Hacía muuuucho tiempo que no disfrutaba de esa otra cosa.
Ding, dong.
- ¡Oh, Álvaro!, ¿aún no estás listo?- se sorprende Quique al verle todavía sin zapatos y sin su bolso. Álvaro siempre era muy puntual - ¿Llego demasiado pronto? - gira su muñeca para consultar su reloj.
Álvaro le agarra de esa misma muñeca y tira de él para adentro. - Llegas en el momento perfecto.
Empuja a Quique contra la pared del pasillo, le sujeta la cara con ambas manos y empieza a besarle lento pero intensamente. Quique no sabe ni por dónde le viene la jugada, "¿acaso no íbamos a comer tacos?".
- Álvaro, esp... espera - intenta decirle sin demasiado éxito.
Pero Álvaro no quiere apartarse de él, siempre le había encantado acorralar de esta manera a su chico. Sabía que si besaba en cualquier punto de la mitad derecha de Quique a él automáticamente empezaría a picarle la pierna derecha, y le pasaría lo mismo en la izquierda si lo que besaba era su mitad zurda.
Estaba desesperado por oír su famosa frase, así que allá que fue.
Álvaro esconde sus dedos en el pelo de su precioso Quique y recorre el lóbulo derecho hasta soplarle ligeramente detrás de la oreja. Le desabrocha un par de botones de la camisa, lo suficiente para dejar a la vista su hombro derecho. Cuando le da pequeños mordiscos por fin lo escucha.
- ¡Ahh!, mi pierna... - dice Quique frotándose el muslo de su pierna derecha.
"Conozco este cuerpo como si fuera el mío", se dice Álvaro levantando seductoramente una ceja.
Quique aprovecha el pequeño descanso en el ataque de Álvaro para levantar su mano. Un pequeño ramo de rosas blancas meticulosamente envuelto aparece entre los dos hombres.
El más alto de los dos mira con sus ojos verdes de gato a la dulce persona que tiene ante él.
- Había planeado una noche especial - le dice Quique sonriendo mientras le entrega las flores.
- Estoy seguro de que especial será - responde con ojos libidinosos el otro.
Álvaro carga en brazos a Quique, el cual le va dando pequeños besos en la frente y las sienes. Se va tropezando con los gatos que están tan contentos de ver a su antiguo dueño que andan por ahí merodeando.
- ¡Apartad, chicos!. Los papás necesitan tiempo a solas- suelta Álvaro con picardía.
Ambos enamorados se van desnudando bajo la luz tenue que entra por la ventana. A media tarea Quique saca su teléfono y pone música romántica, siempre ha sido un enamorado de los momentos. El olor de las rosas parece aliarse e impregna la atmósfera, que está cada vez más acalorada.
Hace demasiado tiempo que no se tocan íntimamente, pero conocen perfectamente el cuerpo de la otra persona. Cada punto sensible, la presión que han de ejercer en la piel del amante, a quien le pone malísimo escuchar los gemidos del otro y quien se derrite cuando le acarician la parte interna de los muslos.
El cuerpo ajeno es como un camino que saben recorrer con los ojos cerrados, pero que siempre encuentran precioso, lleno de matices, de colores y de olores que les pone felices.
Así se reencontraban los viejos amantes, con la urgencia de quien necesita sentirse aprisionado por la piel del otro.
Los besos no eran ni obscenos ni sutiles. Las manos de ambos sabían dónde tenían que posarse, qué debían presionar y qué pellizcar. Y las miradas, ¡cómo se miraba ese par!
El mundo podría haberse acabado aquella noche que para ellos hubiera sido como la canción de Sabina; "que el fin del mundo te pille bailando" [1].
- ¿Sabes cuánto te he echado de menos?.
- Seguro que no más que yo.
Los cuerpos entrelazados y la piel ardiendo se mezclaban con sonidos profundos y palabras íntimas. Se regalaron te amos, se cubrieron de besos, se comieron con la mirada y cuando el deseo pudo más que ellos hicieron el amor lento y profundamente.
Para Quique tener a Álvaro dentro de él era lo más parecido al paraíso. Jamás había sido rudo con él, nunca tuvo que preocuparse por si no era lo suficientemente sexi o estaba lo suficientemente limpio, porque a los ojos de Álvaro Quique simplemente era perfecto. Y se lo demostraba cuando cargaba con él, cuando manejaba su cuerpo como si fuera una extensión del suyo propio y en cada movimiento dentro de él.
Para Álvaro ver la cara de placer de Quique es lo más importante en aquellos momentos. Nunca había sido un amante egoísta y creía firmemente que si Quique no llegaba a culminar la cosa no había terminado aún. Jamás entendió cómo otros activos podían excitarse si sus parejas no estaban disfrutando tanto como ellos, ¡qué vergüenza de sexo!.
El tiempo separados, las hartas ganas que se traían hacía tiempo y el clima creado hicieron el resto. En la retina de ambos se quedaría para siempre grabada esa noche mágica.
[1] Extracto de "Noches de bodas". Álbum "19 Días y 500 Noches", 1999.
ESTÁS LEYENDO
Valentín
Любовные романыValentín pasa de la treintena cuando sus padres deciden que se marche de casa. Su hermana quiere buscarle novio y su mejor amigo acaba de romper con su pareja. Para él, un viaje inesperado le llevará a romper sus propios prejuicios y abrir su corazó...