- ¡Val, Val! - llama emocionado Álvaro al telefonillo - abre anda.
- No es un buen momento para que subas, estoy algo liado.
- ¿Liado con qué?, va, déjate de historias y ábreme la puerta.
Álvaro no había podido pegar ojo en toda la noche, se sentía como el protagonista de una serie de adolescentes y necesitaba forzosamente hablar con un amigo.
Aprovecha que sale un vecino de la finca para entrar. Aunque Valentín no le haya querido abrir le da lo mismo y sube a su piso. Aporrea la puerta al grito alegre de "¡Vilma, ábreme la puerta!" [1] y Valentín no tiene más remedio que abrir para que deje de armar escándalo en el rellano.
- ¿Por qué abres media puerta sólo?. Va, tira p'adentro - le dice emocionado al dueño de la vivienda mientras empuja a la fuerza la puerta y entra hasta dentro del salón.
Valentín no consigue pararlo, así que cuando Álvaro ve la que tiene liada sobre la mesa del comedor, frena en seco y mira de un lado a otro.
- ¿Te vuelves a mudar? - le pregunta sin entender muy bien qué está pasando.
- No, ¡qué tonterías!, sólo son unas cosas... - responde nervioso Valentín mientras recoge apuradamente todo lo que hay desparramado por todos lados.
A Álvaro le intriga de tal modo la actitud de su amigo que hasta se ha olvidado por qué había ido a verle. Toma un libro sobre la mesa y se dispone a leer el título, obviamente no entiende nada pero identifica el alfabeto tailandés en su portada. Lo abre y echa un ojo a su interior, parece un libro de texto infantil.
Valentín se lo quita rápido de las manos - ¡Suelta eso! - y lo esconde en su regazo.
Álvaro coge otro volumen, esta vez parece un cancionero. Tiene dentro ilustraciones en tonos pastel, pero apenas puede pasar un par de páginas porque Valentín también se lo roba y lo une al otro libro.
Aquello parece más una novela, pero esta vez está en inglés. Lo de más allá es un recetario de especialidades de Tailandia escrito en español. Un poco más lejos hay fichas con diversos dibujos que no logra identificar.
Todo está hecho un caos, pero Valentín guarda y guarda todo entre sus brazos para que su amigo no pueda verlo.
A Álvaro le hace mucha gracia verle porque ya ni siquiera se puede tener en pie erguido. Para que no se le caiga la biblioteca que lleva encima se ha tenido que encorvar y apoyar contra su barbilla los libros más grandes.
- ¿Se puede saber qué es todo ésto?- pregunta curioso el chico moreno- casi que hubiera preferido pillarte viendo porno - se ríe.
- No te incumbe lo más mínimo, ya te he dicho que estaba atareado. ¿Qué quieres?.
- No, no. No me cambies de tema. Aquí tienes libros en inglés, en tailandés... - pero no termina la frase porque a Valentín finalmente se le ha ido cayendo la mitad del contenido.
Agarrando las fichas extrañas y mirándolas detenidamente Álvaro continúa con su análisis -... y lo que parecen... ¡Oh!, espera, espera, ¿son las letras de los sordos?- no encuentra el nombre técnico para esos dibujos, pero los ojos de sorpresa le dan a entender a Valentín que no podrá inventarse una explicación para engañarle.
- Val, ¡estás fatal, tío!, ¿te has vuelto loco?.
- ¿Qué pasa? - reacciona en plan orgulloso el hombre más bajo - ¿No puedo aprender o mejorar mis conocimientos?
- Puedes, puedes, pero que justo lo que estés aprendiendo sea lengua de signos, tailandés e inglés...
- ... y recetas de cocina tailandesas - puntualiza Valentín - no te olvides que tengo un restaurante tailandés.
- ¡Venga, no me jodas! -levanta una ceja Álvaro.
- Alvarito, Alvarito... será mejor que te vayas a tu casa a dar por culo a otro y me dejes tranquilo - intenta echarle empujándole por la espalda.
Álvaro se gira y se sienta en el sofá, sabe que es más alto que su amigo y juega la baza del peso muerto para que no le expulse de su piso.
- No me pienso marchar de aquí hasta que no me cuentes qué se supone que pretendes hacer - dice firmemente mientras cruza las piernas y los brazos - ¿Quieres volver a Tailandia?.
- No, no hombre - le contesta nervioso - no se trata de eso, sólo es curiosidad.
- ¿Curiosidad?
- Sí, ya sabes, me da pena no practicar las cosas que ya había aprendido.
- Ajá.
Aquello tenía algo de lógica para Álvaro, pero lo que no encajaba en la historia es que lo estuviera haciendo a escondidas.
[1] Frase de los dibujos animados "Los Picapiedra".
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Valentín
RomanceValentín pasa de la treintena cuando sus padres deciden que se marche de casa. Su hermana quiere buscarle novio y su mejor amigo acaba de romper con su pareja. Para él, un viaje inesperado le llevará a romper sus propios prejuicios y abrir su corazó...