61. Un billete y una llave.

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Cuando creía que mis costillas se romperían en mil pedazos Wind se sentó a mi lado. Tosí e inspiré como pude. Me abrazó y mientras acariciaba mi cabello le escuchaba decir dulcemente.

- Vales muchos, Phi. Él sabrá valorarte antes o después, pero tiene que ser libre para poder hacerlo. Con mentiras y engaños sólo construirás un falso hogar. Dale tiempo para que se enamore de ti.

En su regazo lloré, lloré todas las lágrimas que estaban aprisionadas en mi garganta, lloré por todas las noches en las que me sentí solo e impotente, lloré por no poder ser mejor... Wind mecía sutilmente mi cuerpo, como tantas veces había hecho yo con el suyo cuando éramos niños.

Aún tardé cerca de una hora en recomponerme. Para entonces Wind ya había ideado una propuesta. Su idea era muy sencilla, poner todas las opciones sobre la mesa para Valentín, literalmente sobre la mesa. Un billete y una llave.

Compramos un billete de avión rumbo a Madrid para el día siguiente. Le dejamos dinero suficiente para que cambiara en el aeropuerto y poder desplazarse desde la capital de España hasta su ciudad. Empacamos toda su ropa, y preparamos una bolsa de mano con su documentación, la cámara de fotos, el portátil, los informes médicos y de su tratamiento, y algunos aperitivos para el largo trayecto. Le dejamos apuntado el teléfono de un taxista junto a su cartera, y por último, le devolví su móvil y su cargador.

En una pequeña nota solo dos frases que Wind me ayudó a traducir correctamente al español: "No me arrepiento de nada, ahora decide tú".

Y al lado mi informe de alta del hospital de hace diecisiete años, una foto de ambos y las llaves de casa junto a una rosa de papel.

Intangible, mi miedo se quedó impregnado sobre esa mesa también.

- Vámonos a mi casa, dejémosle elegir en libertad- me devolvió a la realidad Wind.
- Sí- asentí con la cabeza. Cogí una mochila con un par de mudas de ropa y algunos efectos personales.
- ¿No quieres llevarte tu ordenador también, Phi?, ¿no tienes miedo de que llame a la policía y descubra todas las infracciones que tienes ahí registradas para ocultarle?
- No,- le signé - si decide que debo ser castigado que así sea.

Wind y yo atravesamos media ciudad hasta llegar a su habitación de estudiantes. Ha sido un día especialmente acalorado, en el que han pasado demasiadas cosas que necesito reorganizar en mi mente. Wind no quiere dejarme solo para ir a comprar la cena, por si me arrepiento y salgo tras la búsqueda de Valentín, así que prepara un par de boles de fideos instantáneos y cenamos en silencio.

La habitación no tiene cocina, pero si una pequeña bancada con un fregadero, una nevera individual y un microondas. El resto de la instancia se completa con una mesa grande de estudio, un sillón de dos plazas y una mesita baja. Me indica que la única puerta que se ve da a su dormitorio y en este se encuentra el baño.

Luego me pregunta si quiero dormir con él, pero como sé que apenas voy a poder descansar, prefiero no incordiarle y recostarme en el sofá. Con todo se dirige a la puerta del apartamento, echa la llave y se la lleva con él al dormitorio.

¡Wind es un genio maquiavélico!

Mientras en mi casa, un farang derrotado, con la cabeza llena de nuevos recuerdos, miraba por tercera vez esa nota.

ValentínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora