37. Sanando.

32 4 0
                                    

Me cuesta pensar que debo reincorporarme al trabajo. No, lo que realmente me cuesta es afrontar a Quique de nuevo. Sé que sigo enamorado hasta los huesos de él, pero no quiero verle, no puedo.

Mi encargada ha sido benevolente y no me ha puesto apertura mi primer día tras las vacaciones, voy a entrar de refuerzo para estar en la trastienda haciendo algo de inventario. Y casi que mejor, porque ahí no tengo que ver a nadie y será difícil cruzarme con él aunque tengamos el mismo turno.

Me ducho, me recorto la barba, preparo algo de almuerzo... se supone que tengo que vestirme y sentirme como diva empoderada para poder afrontar a un ex, pero más bien me siento como como alguien que no ha sido suficiente. Y tengo que recordar el encuentro con Andrés del otro día y repetirme sus palabras frente al espejo para darme ánimos: "Álvaro tío, porque no me molan los hombres, pero si lo hicieran ten por seguro que te estaba tirando la caña el primero. Jamás pienses que has perdido tu valor sólo porque andes un poco vapuleado. Sigues siendo una persona maravillosa, llena de virtudes, sentido común y bondad. Y cualquiera que te conozca mínimamente sabe ésto. ¡Joder, si hasta me toca avisar a mis ligues de que eres gay nada más te conocen por miedo a que me levantes las novias!".

Con amigos como Andrés te ahorras ir a terapia.

A media tarde tengo que salir a estirar un poco las piernas y tomar aire. Cuando voy de camino a la cafetería de la esquina veo a Quique parado en la barandilla de un parking. ¿Por qué no ha cambiado nada?, ¿no se supone que cuando rompes con tu pareja de toda la vida tienes que hacer un cambio de estilo, de pelo, de algo...? Hubiera sido más fácil para mí si pareciese otra persona, pero no, está exactamente igual que siempre, tan limpio, tan dulce, tan perfecto. Y en esos momentos me siento como cuando tenía 12 años y pasaba cerca de la casa de Pedro y sentía que quería espiarle y a la vez unas ganas locas de huir para que no me viera. Pero me recuerdo que tengo 31, que puedo y tengo que afrontar ésto. Y que, aunque esté dolido, Quique no es mi enemigo.

Absorto en mis pensamientos no me doy cuenta de que es él el primero en dirigirse hacia mí:

 - Hola, Álvaro.

- ¿Cómo estás, Quique?

- Bien, bien. Con mucho trabajo, sacando la colección de verano, ya sabes cómo es ésto...

- ...

- Me enteré que has estado de vacaciones en Tailandia, ¿qué tal, es tan bonito como en los documentales?

- Sí, sí que lo es. Y la gente es súper amable. Aunque mi estómago estaba deseando volver a la dieta mediterránea- le digo con una sonrisa tonta en mi cara. Y siento que sólo nos falta hablar del tiempo para que parezcamos dos desconocidos en el ascensor.

- Oye... yo... estaba pensando que quizá te apeteciera tomar algo tras el turno.

- ¿Contigo?, ¿juntos?- ¡Por dios, Álvaro con quién va a ser si no!. Recomponte. Serénate. 

- Sí, claro. Ya sabes..., y me sigues contando qué tal el viaje y eso. 

Y en esos momentos de confusión máxima de repente me llega la claridad y frente a todo el amor que le tengo un sentimiento mayor me invade, me voy a querer bien.

- Mejor no, Quique. Es más fácil si dejamos las cosas como están. Así nadie tiene que estar fingiendo normalidad, nadie debe sentirse incómodo, triste o decepcionado. Lo entiendes, ¿verdad?.

- Ok, ok. Era sólo... Sí, está bien, tienes razón, perdona. No sé en qué estaba pensando- Y mientras se aleja en dirección a la tienda se gira una vez más y me dedica media sonrisa triste.

Esa noche, solo, en nuestra cama, únicamente podía pensar en una cosa. La suerte que he tenido al haber encontrado una amor como éste. Cuando era más joven y empecé a aceptar mi sexualidad tuve que tragarme un montón de clichés homosexuales sobre la promiscuidad, las ITS [1], la falta de compromiso... y pensé que nunca tendría un amor como el de mis padres. Que el hecho de que me atrajeran otros chicos me abocaba a relaciones de una noche, pasión sin cariño, vergüenza y soledad. Pero llegó Quique a mi vida a pintarla de colores, a darme abrazos y no solo morreos, a invitarme a ver una peli sin querer meterse en mi cama después. Y que cuando lo hacía, a la mañana siguiente le tenía preparando café en mi cocina. Así que me fue imposible no enamorarme de su dulzura.

Pero ahora que vuelvo a estar solo, el miedo a que todos esos clichés resurjan en mi vida se hace cada vez más fuerte. Y recuerdo a Val, cambiando de cama cada semana, no hablando con cariño de absolutamente nadie, siempre tan solo y tan roto... Y me digo a mí mismo que, si hace falta, seré el primer gay de España soltero y sin aplicaciones de citas, sin fotopollas, sin chemsex [2]ni stories en el gimnasio, ni mierdas de esas. Que voy a sanar mis heridas solo, con tiempo y respeto por mí y por los demás.



[1]. Infecciones de Transmisión Sexual.

[2] Viene de mezclar dos palabras inglesas, chemical y sex (químico y sexo). Se usa para referirse a prácticas sexuales donde el consumo de estupefacientes está presente. Un fenómeno casi exclusivo de la cultura sexual gay.



Nota de la autora: 

Tras un tiempo sin actualizar, he decidido retomar la historia de nuestros personajes. Estos capítulos están dedicados a Álvaro en su regreso a España. Pero recordamos que en Tailandia sigue Valentín, junto a Khalan y Wind, aunque habrá que esperar un poco más hasta saber qué tal les va a nuestros personajes por allí.

ValentínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora