41. El tipi de nubes.

34 3 0
                                    

Samuel y Rebeca vivían en una urbanización a las afueras, un complejo familiar de esos con zonas verdes y piscina. El piso no era muy grande, pero era luminoso y estaba decorado con más estilo del que podría imaginar teniendo en cuenta lo desastroso que iba vestido Samuel siempre.

- Rebeca, tienes una casa muy bonita.

- Ven a ver mi cuarto, mira qué guay es, tengo un tipi [1] de nubes.
- ¡Oh, sí! es muy bonito.
- Me lo compró mi Papá para que pudiera estar cerca de Papi.

Samuel, que nos escuchaba desde el quicio de la puerta, no pudo evitar que dos lágrimas corrieran por sus mejillas. Le miré sin entender y la inocencia de Rebeca hizo el resto.

-Cuando me meto dentro y cierro las cortinas, Papá enciende las lucecitas aquí- me dice señalando un interruptor para una tira de luces led- y así parece que estemos en el cielo, donde vive mi Papi ahora.
- ¿Ale?
- Sí, ¿también conocías a mi Papi?
- No, Rebeca, no conocía a tu Papi.
- Pues es una pena, porque era muy guapo. Como tú.
- ...
- Tenía así el pelo negro también, pero no era tan alto. De la cara no me acuerdo mucho ya porque era muy pequeñita cuando se fue a vivir al cielo, pero tengo aquí una foto de él. ¿Quieres verla?

Yo me había sentado ya en un pequeño cojín de nube que tenía Rebeca en el suelo de su habitación. Estaba tan paralizado que no me pude negar. Ella se levantó de un salto, salió del tipi y cogió un marco de su mesita de dibujo.

- Este es mi Papi, se llama Alejandro. Pero se puso muy muy malito y se tuvo que morir para irse a vivir a las nubes.
- Ya veo, ya. Seguro que allí está muy suave y blandito.
- Sí, exacto, eso le digo siempre a mi Papá. La cama del hospital donde vivía antes era muy fea y olía mal. Estoy segura de que prefiere vivir en las nubes.
- ...
- Me vas a contar el cuento de la familia de colores, ¿verdad?
- Sí, claro que sí. Túmbate dentro y te tapas con la mantita esta.

En un país muy lejano vivía una familia entera de colores en Villa Colores, allí no faltaba nadie, estaban Azul, Verde, Naranja, Marrón, Blanco, etc. Y todos los colores eran súper felices. Bueno, todos menos uno. Negro no estaba muy contento, él pensaba que su color no servía para nada. Miraba al sol y veía a Amarillo reflejado, se fijaba en los árboles y ahí estaban Marrón y Verde, cada mañana al despertar el cielo se pintaba de Azul, y las nubes Blancas volaban sobre sus cabezas. En el huerto había montones de frutales con colores como el Naranja, el Rosa, el Lila. Pero nunca había nada Negro, como él.

Un día decidió que no tenía ningún sentido quedarse a vivir ahí, que viajaría por el mundo buscando cosas Negras. Así que cogió una nube y le pidió por favor que le llevara de viaje. 

Su familia se dio cuenta en seguida que Negro no estaba por ninguna parte. El primero en buscarlo fue Rojo, que le preguntó a Amarillo "Oye, Amarillo ¿sabes dónde está Negro?", "No, no lo he visto en todo el día", y a su vez le preguntó a Naranja, "Naranja, ¿tú has visto a Negro hoy?", "Pues no, y Azul lleva un rato buscándole también para ver si anochece ya". Así los colores se fueron preguntando unos a otros sin saber qué había pasado con Negro. Le buscaron por todas partes pero no pudieron encontrarle.

En el otro lado del mundo Negro seguía buscando cosas negras, pero no tenía éxito. Ninguna comida era negra, ningún paisaje, ni el mar, ni las montañas, nada era negro. Y él cada vez estaba más y más triste. Sin saber qué hacer decidió que volvería a su hogar, a pesar de que él no sirviera para nada. 

Cuando llegó a Villa Colores su familia corrió a su encuentro, todo el mundo estaba muy feliz de ver a Negro de nuevo. Pero él no entendía porqué. Así que le fueron explicando, que desde el día que se marchó, jamás volvió a anochecer, porque el Azul del cielo sin Negro nunca anochecería. Así que la luna no había vuelto a Villa Colores desde entonces. El bosque era un sitio extraño ahora, porque todo era demasiado suave, Verde quería que volviera negro para poder mezclarse y que Verde Oscuro tiñera los arboles más frondosos. Pero sin duda alguna fue Blanco quien más echaba de menos a Negro. 

De lejos vio llegar a Blanco, estaba muy cansado y parecía muy muy triste, Negro corrió a su lado y le abrazó fuerte, "¿qué te pasa, hermano?". Blanco miró a Negro, y sonrió "Por fin estás aquí". Le explicó que desde que se había marchado Gris jamás apareció de nuevo, porque Blanco sin Negro nunca volvería a ser Gris.

Negro entendió que él era valioso, que aunque de primeras nada fuera Negro, él estaba en todas partes, mezclado con sus hermanos, para teñir el mundo de colores. Y desde ese día jamás se volvió a sentir triste o solo. Negro fue feliz en Villa Colores para siempre.


[1] Tipi infantil

[1] Tipi infantil

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
ValentínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora