Con dos maletones enormes llegamos a Madrid. En el AVE [1] estábamos tan emocionados con el viaje que apenas prestamos atención a la película que proyectaban en el vagón.Habíamos cambiado algo de dinero por baths tailandeses, como el cambio está a 1-36 nos da la sensación de que estamos forrados. El resto lo cambiaremos allí según vayamos necesitando. A mi mente vienen fragmentos de datos curiosos que Sonia ha ido repitiendo estos últimos meses sobre Tailandia. "Allí veneran su monarquía, así que si se te vuela un billete ni se te ocurra salir corriendo tras él y pisarlo, porque estás pisando la cara del rey y la puedes liar parda".
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Yo viajaba con un chándal azul marino con sudadera blanca, zapatillas de deporte y mochila como bulto de mano. Álvaro no había podido elegir un conjunto más gay, llevaba unos pantalones color salmón con un jersey con cuello de barco blanco y manga hasta medio brazo. Demasiado femenino para ese cuerpo tan musculoso, es una combinación rara que por supuesto llama la atención del resto de pasajeros. Al llegar a Madrid el que llamo la atención soy yo. Un hombre de 31 años vestido como el profesor de gimnasia por plena Castellana... Álvaro parece indiferente a mis cavilaciones y a las miradas de los desconocidos. Desde luego aparentamos ser lo que somos, un homosexual acérrimo y un bisexual sin gusto por la moda.
En las tiendas de recuerdos de Madrid compramos algunos productos típicos 'Made in Spain' para regalar a las personas que conozcamos en nuestro viaje. Es algo que aprendí desde pequeñito de mis padres, si al extranjero llevas unos abanicos, unos pendientes flamencos y algunos imanes con fotos de lugares emblemáticos españoles te ganas el corazón de los lugareños y es una buena manera de compensar los déficits que se crean por los choques culturales o lingüísticos. Y de hecho funciona de maravilla. Álvaro se apunta el dato y hace sus propias compras.
Comemos un bocata de calamares, una tapita de jamón y un par de vinos tintos. Así nos vamos con el último sabor a España y nos preparamos para comer esa comida en bolsa y pajita que se ve que comen por allí.
En Barajas nos tomamos un café y compramos algunos pasatiempos. Hacemos el chek-in según las restricciones y normativas del CoVid y subimos al avión. A esa hora el cansancio de todo el día empieza a aparecer. Así que simplemente cierro mis ojos y me dispongo a dormir todo lo que pueda para que el viaje se me haga más ligero. A mi lado Álvaro está enfrascado en una novela policíaca.
[1] Tren a Alta velocidad Español.
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Valentín
RomansaValentín pasa de la treintena cuando sus padres deciden que se marche de casa. Su hermana quiere buscarle novio y su mejor amigo acaba de romper con su pareja. Para él, un viaje inesperado le llevará a romper sus propios prejuicios y abrir su corazó...