46. Un ligero beso en la mejilla.

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Unas horas más tarde entiendo a qué se deben esas miradas de asombro que ambos me han lanzado. He recibido un mensaje en el que me preguntan por mi edad, ya que me han confundido con un adolescente. Intento responderles en español que ya soy mayor de edad, que no deben de preocuparse por eso. Y aprovecho para indicarles un sitio donde pueden coger comida para tomar cerca de su hotel, imaginando que estarían cansados y no querrían hacer mucho lío para cenar.

Me he estado informando, los españoles hacen todas sus comidas muy tarde, así que aún tengo tiempo de visitar el puesto de comida callejera que les he recomendado. Le he dejado una nota al hombre que prepara los platos diciéndole que más tarde vendrán dos hombres farang [1] a comprarle, que da igual lo que le pida el más alto de los dos porque le servirá la comida picante y especiada con un laxante suave que le doy. No sin antes haberle "agradecido" con unos cuantos billetes.

Mi plan ha debido dar sus frutos porque al día siguiente sólo se presenta Valentín a la cita. No me hace falta preguntarle por Álvaro porque sé perfectamente cómo debe estar en estos momentos.

Hoy va a ser un gran día, he decidido que si Valentín únicamente va a estar unas semanas aquí no me puedo andar dando rodeos, debo ir lo más directamente posible. Así que a cada rato me encuentra mirándole fijamente, aprovecho esas oportunidades para sonreírle y hacer gestos con la cabeza que luzcan mi cuello y parte de mis hombros. Le veo sonrojarse en un par de ocasiones y aparta la mirada rápidamente.

No puedo competir con el tipo de cuerpo que tienen las personas occidentales, así que exprimiré mis rasgos asiáticos lo máximo posible. Un cuerpo fino, una piel cuidada, un cabello oscuro y brillante... esperando que algo de eso llame su atención.

Para llevármelo a visitar la ciudad he traído mi moto, le llevo a conocer varias partes de la urbe, y le manejo un poco a mi antojo, llevándole de la mano de un sitio a otro. Y él, obedientemente me sigue sin rechistar. Tampoco me habla y si lo hace es con monosílabos en inglés, yo creo que todo lo que tiene de guapo lo tiene de tonto y no se está dando cuenta de que no puedo hablar. Desde luego no pienso ser yo quien le cuente, no hasta que consiga que se enamore de mí.

No voy a signarle, pero en ocasiones me toca recurrir a mi libreta para preguntarle o responderle alguna cosa. Como le escribo frases sencillas en inglés, simplemente debe de pensar que no le hablo por la barrera lingüística o simplemente por ser una persona tímida.

Cuando paramos en el templo de Paknam Bhasicharoen le dejo hacer todas las fotografías que quiera y yo aprovecho para descansar a la sobra de unos cerezos. Aunque estoy con los ojos cerrados sé que me está observando, intento mantener una postura tranquila y linda, y oigo el clic de su cámara fotografiándome muchas veces. Sonrío por dentro. Mi momento ha llegado.

Me levanto despacio, me acerco a él y le quito su cámara. Quiero ver cómo he salido, qué tipo de fotos me ha tomado. Y descubro que salgo realmente bien entre los cerezos florecidos. Le miro, acorto el escaso medio metro que nos separa y me elevo sutilmente para darle un ligero beso en la mejilla. Luego me alejo alegremente, y le oigo hablar en español y correr detrás mío hasta alcanzarme. Por su expresión se debe de estar quejando de algo, pero como no le entiendo nada pone sus brazos en cruz para indicarme que no haga más eso.

Si piensa que voy a parar en mi "ataque" está muy equivocado. De una forma u otra conseguiré que ese hombre sea mío. No me arrepiento de nada, así que le respondo sonriéndole, le saco la lengua y le guiño un ojo. El pack completo.

Después le dejo de nuevo en el hotel y me marcho.



[1] Es como denominan a los extranjeros en Tailandia.

ValentínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora