—Vaya. Sí que has sido eficiente, muchacha. Toma asiento.
Samantha se sentó frente al escritorio. Tomken la observaba con mirada apacible. Ciertamente ella lucía mucho peor que cuando la había conocido, pero no pareció importarle ni siquiera para preguntarle por la razón.
—Su hijo no es homosexual. Evan Müller tampoco. Creo que incluso comparten mujeres… Iban a compartirme a mí —dijo, con voz temblorosa.
Tomken rio.
—¿Qué barbaridades estás diciendo, muchacha? Habrá descubierto que lo investigabas y te estaría jugando una broma.
Sin mostrar la más mínima debilidad o vergüenza en su expresión, Sam se desabrochó la blusa, enseñándole las indecentes marcas que mostraban los lugares por los que había andado Vlad, como puntos en un mapa.
—Su hijo me ha presionado para que tenga relaciones sexuales con él en varias ocasiones. Él no es homosexual, se lo aseguro, pero es un depravado y ya no puedo más… ¡Por favor, señor Sarkov, ayúdeme a escapar de él! ¡Se lo suplico!
—¿Anya sabe de esto?
Sam asintió, volviendo a abrochar su blusa. Tomken se puso de pie. Ubicado tras ella le apoyó las manos sobre los hombros, demasiado fuerte para su clavícula lesionada.
—Samantha, querida. ¡No sabes lo feliz que me haces! —Le dio palmadas en los hombros y se los aferró, sacudiéndola.
Ella se quejó, con el corazón destrozado.
—¿Me ayudará? —preguntó, llena de ilusión.
—Ayudarte a qué, si todo está perfecto. Por años he dudado de la sexualidad de mi hijo y resulta que sólo tiene gustos un tanto particulares.
—¿Particulares? ¡Es un monstruo!
—Él ha pasado por mucho, Samantha. Supongo que estás al tanto de sus problemas de memoria. Necesita estar tranquilo para no tener un episodio de amnesia y mantenerse estable. Y si tú le sirves para eso, entonces todo estará bien.
—¿Y qué hay de mí?
—Tú sólo debes hacer todo lo que él te pida, sin quejas. Así será hasta que se harte de ti o Anya le consiga una esposa. Te daré una compensación económica o lo que quieras. Considéralo una oportunidad para lograr todo lo que has soñado. Vlad jamás ha conservado una sirvienta por más de unos cuantos meses, aguanta por ese tiempo.
—No quiero que me mate… —dijo, haciendo pucheros.
—Niña tonta, él no te matará —aseguró, ordenándole el cabello con los dedos—. Pero yo lo haré si arruinas esto ¿Comprendes?
Lo que comprendía era que todo se había acabado para ella, sin piedad, sin esperanza o conmiseración. La vida era despiadada y se había ensañado con ella. Si dejaba de soñar con un futuro en libertad, probablemente llegaría un momento en que el dolor disminuiría hasta desaparecer. Y Samantha también.
Ella asintió. Tomken quiso darle dinero de inmediato, pero fue incapaz de aceptarlo, su orgullo herido no la dejó. Y la palabra puta resonando en su cabeza tampoco ayudó. Se fue a dormir con la tranquilidad de que su jefe no solicitaría su presencia por la noche. Necesitaba descansar porque hoy había sido el día en que Samantha había muerto, en ese baño inmundo del restaurante había sido herida mortalmente y en el despacho de Tomken Sarkov había recibido el golpe final. Quizás, si la fortuna volvía a sonreírle, ella renacería y podría cumplir los sueños que quedaron inconclusos, recuperando la vida que tanto amaba vivir. Ahora, sólo había silencio y la soledad amarga de su tumba.
〜✿〜
Luego del episodio del baño, Vlad había decidido respetar la licencia médica de Samantha y prescindió de sus servicios. Habían pasado dos días cuando, desde su auto, la vio corriendo con Ingen por el jardín. La hizo llamar a su despacho.Sam se presentó con expresión severa y una seriedad no muy propia de ella. El cervatillo le plantaba cara al camión maderero, como si fuera igual de grande y fuerte que él.
—Tienes indicaciones de guardar reposo y te dedicas a jugar con Ingen en el jardín. ¿Quieres hacerme perder más dinero en gastos médicos?
—Descuéntelo de mi sueldo.
Vlad arqueó una ceja.
—Eres una insolente. Supongo que no te he castigado lo suficiente.
—Lo ha hecho, amo. Usted y sus castigos me lo han quitado todo ¿Qué más puede tomar de mí, ya? ¿Mi vida? Hágalo si así le place, no voy a quejarme.
Su voz tenía notas de lúgubre desesperanza y el ritmo monótono y frío de un reloj. Ya no era divertida. Permaneció mirándola en silencio. Estuvo seguro de que hasta más vieja se veía. No era Sam, no era su cervatillo.
—¿Qué es lo que te ha enfadado, Sam? Hablemos de eso, toma asiento.
Ella no se movió de su lugar, a unos dos metros del escritorio.
—¿Y tiene que preguntarlo?
—Por supuesto, todo pasó muy rápido y estoy un poco confundido, así que dímelo. ¿Te enfadó que te follara en un lugar público, que fuera un poco rudo contigo o que, a pesar de todo eso, tú te hayas corrido como lo hiciste?
El estoico rostro de Samantha se deformó, con la ira más pura como propulsor. Sus ojos verdes se oscurecieron y puntos de luz rojizos parecieron titilar en su interior.
—¡Es usted el ser más despreciable que he conocido en la vida! Y eso que trabajé como voluntaria en una cárcel. ¡Es una abominación, un degenerado, un pervertido miserable! Siento asco de sólo mirarlo ¡Me arrancaría los ojos para no volver a verlo! La única razón por la que no lo hago es porque estudio fotografía y usted no vale que pierda lo que más amo en la vida. Usted no vale ni mis lágrimas. —Se limpió de los ojos las últimas que derramaría por el infeliz.
—Lárgate —le dijo él, con su tono pasivo habitual.
Esperó que diera un portazo al salir, pero ella no lo hizo. Se reclinó en su asiento y sonrió. Ahora todo volvería a estar bien.
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Samantha ha perdido las esperanzas 😭Pero Vlad dice que todo estará bien 🙃
¡Gracias por leer!
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Prisionera de Vlad Sarkov
RomanceCuando la joven Samantha Reyes llegó a trabajar como maestra particular del hijo menor de la acaudalada familia Sarkov, jamás imaginó que el excéntrico hermano mayor le hiciera las cosas tan difíciles, hasta el punto de convertirla en su prisionera...