Vlad Sarkov se dejó caer en el sillón de la suite de su hotel. Había regresado con Markus, dejando a Samantha haciendo negocios con el inversionista. Con su pie golpeaba el suelo repetidamente. Fue hasta el balcón y se palpó los bolsillos del pantalón. Se miró las manos ¿Por qué había hecho eso? Era algo que los fumadores hacían, lo había visto en sus mayordomos cuando iban al jardín a fumar, pero él no fumaba. Se pasó las manos por la cara y él cabello, exhalando pesadamente. Habían pasado cuarenta minutos desde que dejaran el hotel donde se llevó a cabo la reunión. Volvió a entrar.
—¿Ella sigue allí? —le preguntó a Markus.
El hombre usaba su teléfono. Se mensajeaba con alguien.
—Sí, amo. No ha salido.
Vlad golpeó un jarrón. Se hizo trizas contra el suelo. Los arranques de ira no eran comunes en él, no con su poder para ocultar sus emociones. Había ira en sus ojos, pudo ver Markus, que lo miraba como quien ve una tv full HD 4K por primera vez. Ira, frustración, decepción y tristeza, una tras otra como los colores de un arcoíris iban mostrándose sus emociones. Él ya no usaba su poder, no le importaba. Markus le ofreció una píldora de las de siempre, las de los momentos críticos. Él le dio un manotazo y la píldora se perdió junto a los fragmentos del jarrón.
Se aferró la cabeza, echó a Markus, se sentó en el sillón y esperó. Esperó poder olvidarse de Samantha para siempre.
〜✿〜
Dos horas después, los pies descalzos de Samantha caminaron por el reluciente piso de la suite de lujo. Las luces de la sala estaban encendidas, su jefe estaba allí sentado. Tenía los ojos rojos, algo desorbitados, llorosos. Sam no veía muy bien, no después de todo lo que había bebido en el bar del otro hotel. Tambaleándose llegó junto a Vlad. Dejó caer los zapatos que llevaba en la mano. Su perfecto peinado de bailarina era un desastre, con mechones asomándose como si se lo hubieran jalado. Ella nunca fue buena bailarina. Ella se escapaba de clases para ir a otras más interesantes. Era la mejor peinada en las clases de defensa personal.—¿Viniste a decirme lo bien que lo pasaste con el inversionista?
Ella le sonrió, con el labial corrido de tanto besar al infeliz, supuso Vlad.
—Vine a darle algo de lo que le di a él —dijo ella—, por los viejos tiempos.
—Eres una zorr…
No alcanzó a terminar tan reprobable insulto porque Samantha lo lanzó sobre la mesa de un puñetazo. Era lo único que había alcanzado a aprender en sus clases antes de que la descubrieran, dar puñetazos como un demonio.
El estruendo del cristal de la mesa de centro haciéndose trizas bajo el cuerpo de Vlad alertó a Markus, que la detuvo antes de que le diera una patada.
—¡Suéltame! ¡Voy a matar a ese hijo de puta! ¡Lo voy a matar a él y a toda su familia de locos, excepto a Ingen!... ¡Suéltame! —Pataleaba y daba manotazos intentando liberarse del agarre de Markus—. Suéltame, que lo mato por desgraciado… ¡Yo no soy una puta! ¡Ni suya ni de nadie!
Markus la sometió sobre el sillón, torciéndole un brazo. Estaba fuera de sí e intentaba morderlo, en evidente estado etílico. Vlad, que acababa de levantarse y tenía sangre escurriendo de su boca, no daba crédito a lo que veía.
—¡Suéltame, hijo de puta igual que tu jefe! ¡Cobarde, te aprovechas de una mujer indefensa!...
—Amo Vlad, traiga el estuche negro que dejé en la cama —pidió Markus.
En el estuche había unas jeringas. Presionando su rodilla contra la espalda de Samantha, le clavó una en el muslo, vaciándole todo su contenido. La sostuvo mientras seguía forcejeando.
—No dejaré que me quite… mi riñón… —balbuceó ella antes de quedar inconsciente.
La suite volvió a sumirse en el silencio.
Las heridas de Vlad fueron atendidas. Un corte en el labio y por fortuna ninguno en la espalda, sólo algunos moretones. Ella seguía inconsciente sobre el sofá.
—Logré contactarme con Adrien —informó Markus—. Estaba sedado en el hospital, ella le botó un diente de un puñetazo.
Vlad comprobó los suyos con su lengua. Estaban todos y seguían bien firmes. Tuvo suerte de que estuviera tan ebria.
—Habrá que pagarle el doble de lo prometido, ya sabes cómo son los actores de quisquillosos con su apariencia.
—Dijo que fue su culpa, que intentó besarla a la fuerza.
—Págale la mitad y que se alegre de que no lo meto a la cárcel.
—Sí, amo. Con su permiso.
Una vez solos, Vlad se sentó junto a Samantha. Ella tenía el ceño fruncido.
—¿Estás soñando algo, Sam? —preguntó, desatando el moño y liberando su hermoso cabello. Suelto lucía mucho mejor, no era para nada desastroso.
Ella no contestó.
Vlad le besó la arruga que tenía entre las cejas y recogió su teléfono del suelo. Le sacudió unos trozos de vidrio y buscó la copia digital de la carpeta azul de su escritorio. En la ficha de Sam anotó:
Actualizar:
“No la dejes beber si está enojada”.
“Cuídate de su gancho derecho”.
“Puedes confiar en ella”.
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Los métodos de Vlad son bastante cuestionables 😂
Pero Sam le dio su merecido 💪🏻🤬
Ahora él ha decidido que puede confiar en ella ¿Cómo afectará eso a su relación? 🤔
¡Gracias por leer!
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Prisionera de Vlad Sarkov
Roman d'amourCuando la joven Samantha Reyes llegó a trabajar como maestra particular del hijo menor de la acaudalada familia Sarkov, jamás imaginó que el excéntrico hermano mayor le hiciera las cosas tan difíciles, hasta el punto de convertirla en su prisionera...