Sam se despertó en una cama tamaño King, como las que estaban en las habitaciones principales. Eso y el conocido aroma a loción de afeitar en el aire le indicó que estaba en la habitación que ocupaba su jefe en el hotel. Tenía puesto el pijama y su piel olía a gel de baño. Ella no se había dado un baño y tampoco era la amnésica de la historia. El culpable apareció en su estrecho campo de visión desde un costado. Sus pisadas se oían como las de un elefante. Y había demasiada luz, tanta que le lastimaba los ojos.
Por eso y otras cosas ella no solía beber, salvo en contadas ocasiones. Cuando estaba furiosa era una de ellas.
—Lo odio —le dijo en cuanto sus ojos hicieron contacto—. Es una persona repugnante.
Él se sentó en la cama, con expresión seria y un moretón en el costado de la boca.
—¿Por qué mi madre fue a tu habitación? ¿Qué es lo que hablan a escondidas tú y ella? ¿Qué tipo de trato tienen? Dime la verdad, Sam.
Sam se aferró la cabeza. Tenía una olla a presión allí dentro y explotaría de un modo u otro.
—Ella quería asegurarse de que yo lo estaba sirviendo como corresponde. No quiere más visitas indeseadas como Mika y me exigió que fuera una buena esclava, porque dice que si usted tiene a alguien a quien dominar en casa, no buscará otra mujer. Ella lo conoce muy bien… sabe lo perverso y vil que es… —Aferró con fuerza el cobertor, obligando a sus lágrimas a permanecer donde estaban.
—¿De dónde sacaste el dinero para comprar tu cámara?
Las lágrimas rebeldes comenzaron a caer lentamente.
—De su padre… él dijo que yo estaba haciendo un buen trabajo sirviéndolo a usted… Yo no quería aceptarlo, pero no me dejó opción…
Sam jamás sintió vergüenza de sí misma hasta ahora. Era una sensación amarga, desesperanzadora. Los Sarkovs la habían corrompido de pies a cabeza y convertido en algo tan despreciable como ellos.
Vlad relajó los puños que se mantenían cerrados firmemente sobre sus piernas.
—Era un actor, Sam. El inversionista, el contrato con él, nada era real.
Ella inhaló profundamente, sin comprender.
—Soy muy desconfiado, Sam. Las personas aparecen y desaparecen de mi vida como un desfile interminable de rostros, de nombres… me ocultan cosas, cosas que he olvidado…
Por primera vez, a Sam le pareció estar viendo a alguien completamente diferente a su frío y calculador jefe de siempre, como si una ventana se hubiera abierto, una ventana a su interior. Fue apenas un vistazo muy breve y se cerró al instante.
—Debo escoger muy bien a las personas que trabajan para mí y saber si son confiables. Esta era una prueba para ti.
Una prueba. Así sonaba tan simple e inocente, como una prueba de cálculo o un dictado de ortografía. Su jefe era loco y cruel hasta el hartazgo.
—Creo que eran dos pruebas ¿No? Él me ofreció dos cosas… La primera fue acostarme con él a cambio de firmar el contrato… ¿Le hizo lo mismo a Elisa? ¿Así comprueba lo leales y abnegadas que serán sus asistentes? Imagino que yo reprobé esa prueba.
—Aprobaste, Sam. No contrataría a alguien que es capaz de abandonar su propia dignidad por servir a los demás.
Además de loco su jefe era un bromista. ¿No era eso lo que hacía ella todos los días para mantenerlo tranquilo? Ella se había metido la dignidad en un bolsillo y se había olvidado de ella. Tal vez ya ni siquiera podría encontrarla de vuelta.
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Prisionera de Vlad Sarkov
RomanceCuando la joven Samantha Reyes llegó a trabajar como maestra particular del hijo menor de la acaudalada familia Sarkov, jamás imaginó que el excéntrico hermano mayor le hiciera las cosas tan difíciles, hasta el punto de convertirla en su prisionera...