CVIII Detective

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Secándose las lágrimas que aún le humedecían el rostro, Sam, sentada en los escalones que había en la entrada de la mansión, vio a los policías cargar la camilla en que iba la bolsa con el cadáver. Recordar la espantosa visión en el fondo del pozo la hacía estremecerse. Sus ropas mojadas seguían oliendo a las húmedas entrañas de la tierra, al caldo de cultivo en que se había descompuesto por tanto tiempo el cuerpo. Las náuseas la mantenían consciente, el miedo le mantenía el corazón latiendo, la curiosidad la mantenía en su lugar.

Vlad terminó de hablar con los policías. Los hombres abordaron las patrullas y empezaron a dejar la mansión. Las sirenas le retumbaron a Sam en la cabeza, que estaba hecha papilla. Se acurrucó más en la manta que la envolvía.

—¿Quién era? —le preguntó a Vlad cuando se acercaba hacia ella.

—No es asunto tuyo. Lárgate de una vez y no vuelvas.

—Claro que es asunto mío, yo me lo encontré. Además, ya deja de fingir, a mí no me engañas. “Sam, cervatillo, por favor coge la cuerda” —lo imitó—. Es obvio que ya me recordaste.

Vlad se aferró la cabeza, contando hasta diez. Su nivel de estrés estaba en la estratósfera con el reciente descubrimiento de un cadáver en su casa, en su rincón favorito del jardín. ¡Cuántas veces había fumado junto al pozo, lanzándole encima las cenizas al cadáver! ¡Cuántas veces lo había mirado sin verlo realmente!

—Eso lo dije sólo para que dejaras de gritar como una histérica y salieras de una vez de allí. Si te recuerdo o no, da igual, ya no me importas.

Sí, claro. Por eso la había aferrado con tanta desesperación cuando la sacó del pozo, por eso la había envuelto en una manta y la tuvo abrazada hasta que llegó la policía, por eso su corazón había latido con tanto ardor en todo momento.

—Para ser alguien que odia las mentiras eres muy mentiroso.

Vlad rodó los ojos. Se sentó junto a ella.

—Parece que te tienes demasiada confianza.

Sam negó.

—Yo confío en ti, Vlad. He confiado en ti incluso cuando ni tú mismo lo hacías y no soy una tonta. Si ya no me quieres, lo entiendo y lo acepto, si ahora quieres a Elisa, bien por ustedes, pero que ya no me ames no significa que tengas que odiarme, yo nunca te he dado motivos para odiarme, no me merezco eso. No me ames, pero tampoco me odies. Hay mucho más en el medio ¿Sabes?

Vlad inhaló en profundidad, mirando hacia el frente. No quería ver sus ojos de cervatillo mientras decía esas hermosas palabras llenas de sabiduría. Incluso tras vivir un momento tan intenso y aterrador, ella permanecía con la cabeza en alto y el corazón lleno de bondad. ¿Cómo iba a lograr mantenerse firme ante tan irresistible mujer?

—No me interesa lo que haya en el medio, no me interesa nada que tenga que ver contigo. Ahora vas a irte y nunca vas a…

—¡Ay ya cállate de una vez! —interrumpió Sam, levantándose—. Ya has hablado lo suficiente y sólo has dicho estupideces. Ahora será mi turno de hablar y pobre de ti si te atreves a interrumpirme.

Sam entró a la mansión y Vlad no tardó en ir tras ella.

〜✿〜

Al atardecer llegó Sam al hotel. El absoluto silencio la hizo extrañar a Ingen y sus risas. Creyó que sólo ella estaba hasta que vio a Caín sentado sobre un mueble, mirando por la ventana. Los reflejos dorados del atardecer hacían ver su cabello rojizo. Su mirada llena de melancolía la hizo suspirar.

Lo abrazó, apoyándole la cabeza en el hombro. Él se estremeció.

—Pensé que tenías un evento con el club de fans y que llegarías más tarde.

Prisionera de Vlad SarkovDonde viven las historias. Descúbrelo ahora