—Sam… duerme conmigo esta noche.
Esas cinco palabras iban en contra de todo lo que Vlad pensaba, en contra de lo que consideraba correcto, pero eran lo que sentía. Ya no podía luchar contra ese corazón que golpeaba con fuerza en su pecho.
—No puedo hacer eso —dijo Sam—. Ya no soy su sirvienta y ese era el único vínculo que nos unía, yo jamás lo olvidé ¿Acaso usted sí?
Vlad le soltó el brazo y ella pudo levantarse.
—Sam, te necesito. —Se levantó también.
—Pero yo no soy médico, no puedo ayudarlo con su jaqueca.
Vlad volvió a aferrarla, ella lo frenó con las manos en el pecho. Su cuerpo irradiaba mucho calor, estaba ardiendo.
—Sam, necesito dormir, sólo eso… duerme conmigo.
—No tengo ninguna razón para hacer eso, entienda. Puedo darle un masaje, eso lo relajará, pero tendrá que pagarme, yo no trabajo gratis.
—Bien, lo que sea.
Sam preparó todo en la sala de masajes. Incluso conservaba todavía algunas velas aromáticas. Vlad llegó luego de algunos minutos. Sam evitó hacer contacto visual con él. Recostado boca abajo se entregó a lo que ella fuera a hacerle. Lo primero que Sam hizo fue levantarle la cabeza y ponerle una compresa fría bajo la frente. Luego le dejó caer un chorro de aceite en la espalda y empezó con sus toscos y algo rudos movimientos. "Me odia", pensaba Vlad. "La herí y quiere vengarse". Cerró los ojos. No estaba en posición de decir absolutamente nada. No sabía él que Sam estaba haciendo su mejor esfuerzo por darle un masaje reparador y relajante; no sabía él que ella no lo odiaba, sino todo lo contrario.
Sam le clavó el codo y Vlad se quejó.
—Si soy muy ruda, avíseme.
Nada dijo él y ella supuso que lo estaba haciendo magnífico, así que siguió con la técnica del codo. La había visto una vez en las luchas libres.
—El aroma de las velas es agradable ¿Qué es?
En el paquete venían de distintas fragancias. Sam se acercó a leerlo. “Esencias florales: jazmín y violeta”.
—Es... de hierbas y ese tipo de cosas.
—Me resulta familiar.
Sam se tensó. De pronto todo tuvo sentido para ella: el gusto de su ex jefe por sus terribles masajes, la extraña atracción que él mostró por Maya, una completa desconocida; él pensaba en ella, en Violeta. Apostaba todo lo que tenía a que la muchacha hija del jardinero olía a flores y ese dulce recuerdo, perdido en algún lugar de la mente de su ex jefe, era traído a la superficie por sus estúpidas velas. Y pensaba en Violeta con cada toque de sus manos. ¿Imaginaría que era ella la que lo tocaba?
¿Lo habría imaginado cuando estaban en la cama también?
—Listo. Le enviaré la factura. —Apagó las velas y guardó todo en su bolso.
—¿Termina así nada más? —dijo él, sentándose—. Me siento peor que antes.
—¿Está inventando excusas para no pagarme?
—Sam, ya basta. Deja de hablarme así.
—¿Así cómo? Estoy siendo todo lo profesional que puedo. Quédese con la compresa, creo que tiene fiebre. —Caminó hacia la puerta.
Vlad evitó que la abriera. Allí la acorraló contra la madera pulida de barniz caoba. La apresó con su cuerpo caliente sin darle oportunidades de resistirse. La abrazó, pegando su mejilla a la de ella.
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Prisionera de Vlad Sarkov
RomanceCuando la joven Samantha Reyes llegó a trabajar como maestra particular del hijo menor de la acaudalada familia Sarkov, jamás imaginó que el excéntrico hermano mayor le hiciera las cosas tan difíciles, hasta el punto de convertirla en su prisionera...