Cedric Diggori

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Si algo deseaba Severus Snape era que el tiempo se apresurara, que, al día siguiente fuera primero de septiembre de 1991, criar a Harry Potter se había vuelto terriblemente complicado, en especial ahora que tenía nueve años.

Harry se había vuelto un niño extremadamente curioso con su entorno, en especial en Hogwarts, le gustaba caminar por los pasillos, sentarse en el prado, jugar con sus ositos de peluche, y a veces llegaba a la cocina para robar comida, en especial tartas dulces.

Snape se enteró que hacia esto cuando descubrió a Regulus, el seudo-cuidador oficial, autonombrado tío, de Harry, aplicando un hechizo deslumbrados sobre una capa para viaje bastante larga, y poniéndosela a Harry, casi al mes que comenzaron las clases en Hogwarts cuando Harry apenas llevaba con él desde el 31 de Julio de ese año. Regulus Black se justificó con algo real, Harry no era un prisionero, no tenía por qué estar encerrado.

Y le tenía que dar créditos al menos de los hermanos Black, el niño no podía estar todo el tiempo encerrados en las mazmorras, eso sería inhumano, sería como tenerlo secuestrado o confinado o visto de otra forma, ser una representación viva de Sirius Black, quien estaba en Azkaban.

Afortunadamente Black era muy cuidadoso, nunca entraron a un salón de clases, manteniendo al niño alejado de todo contacto con la magia, la capa duraba el tiempo suficiente como para que Harry jugará en el prado un rato y volviera a las mazmorras y en ocasiones, se había vuelto beneficiosa, ya que le permitía llevar a Harry a los partidos de Quiddich de slytherin, donde él tenía obligación de asistir, con ponerle la capa, hacer cada tanto un maleficio deslumbrados o un encantamiento desilusionador sin ser notado por el fanatismo por el deporte, bastaba, Harry pasaba comiendo dulces sin ver realmente el juego y podría revisar al niño fácilmente, por si se ensuciaba con dulces, para poder limpiarlo.

Y con el pasar de los años, el niño comenzó a despertar una curiosidad, común en su edad, pero que lo ponía en riesgos, quería ir por todos lados del castillo, en especial donde había otros estudiantes de Hogwarts cercanos a su edad. Harry se sentía tentado de conocer a otros niños, había querido conocer a muchos, pero no podía, eso a Black y a Snape los tenía consternados, Harry no podía interactuar con otros chicos de Hogwarts por su seguridad.

Harry no comprendía mucho las razones, solo sabía que quería charlar con el chico pelirrojo que hablaba de los grandiosos que eran los dragones o con su hermano que llevaba pelo largo, o la niña que cambiaba de color de cabello cada semana, incluso ese mismo año vio entrar a Hogwarts a dos niños iguales, que se reían y hacían bromas, o hablaban al mismo tiempo. También quería sentarse a leer con los chicos que llevaban corbatas a rayas azules, seguramente aprendería muchos de ellos, o con los chicos con corbatas a rayas amarillas, que gustaban de trabajar la tierra en los invernaderos, también quería acercarse a los niños de corbata a rayas verdes, que siempre que tenían un problema acudían a su papá Severus por ser su jefe de casa.

La curiosidad de Harry no solo iba a querer acercarse a otros niños, no, también quería acercarse a los profesores, en especial a la jefa de casa de Hufflepuf y al jefe de casa de Rawenclaw, les agradaba verlos, siempre sonriendo, amables. La jefa de Gryffindor le daba miedo, pero cuando la veía siendo comprensiva con otros alumnos ese miedo se perdía e incluso quería poder hablar con el guardabosque, todos los niños lo querían al semi-gigante, seguramente era muy agradable

Pero Harry sabía que no podía, no podía tener amigos en Hogwarts hasta que recibiera su carta a los 11 años, no podía acercarse a los profesores, a los fantasmas o a Pewees, aunque juraba que el Poltergesit si sabía de él, lo había visto sacándole la lengua muchas veces.

Harry se levantó como cada mañana deseoso de jugar, al menos podía hacer eso, corrió hasta la habitación de su tío en las mazmorras, pero no lo encontró muy bien,  el señor Severus le estaba dando una poción, se veía muy mal, con la nariz y las mejillas rojas, y cada tanto se sonaba la nariz.

El Nuevo BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora