Primeras clases

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Durante la primera semana Harry no pudo acercarse a su padre hasta la clase de pociones, por lo que podría al final verlo el día viernes, en a la clase doble que le tocaba con Slytherin. Mientras tanto comenzó a recorrer el castillo, conocer a los profesores que tanto quiso conocer y darse cuenta que no todo era tan maravilloso como una vez se lo creyó, tenía obligaciones, responsabilidades y poco tiempo para disfrutar el castillo en su esplendor, además que el castillo se portaba como la biblioteca de su casa.

Algunas puertas resultaron ser más caprichosas, había que pedirles permiso para pasar, otras hacerle cosquillas, pero eran más notorias las que aparecían y desaparecían, o las que aparecían y llevaban a una pared.

Los fantasmas algunos eran amables y otros no tanto, Sir Nicholas y el Fraile gordo muy gustosos daban indicaciones, contrario al Barón Sanguinario que solo seguía su camino y muy rara vez contestaba y sus respuestas eran como gemidos.

Y con el pasar del tiempo Harry ya se había ganado un enemigo, o al menos en lo consideraba así, ya que cada vez que se encontraban Peeves, tanto entre Harry y el comenzando una especie de pelea por quien sacaba más tiempo la lengua al otro, demos...

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Y con el pasar del tiempo Harry ya se había ganado un enemigo, o al menos en lo consideraba así, ya que cada vez que se encontraban Peeves, tanto entre Harry y el comenzando una especie de pelea por quien sacaba más tiempo la lengua al otro, demostrando que desagrado mutuo entre ellos. Harry siempre veía a Peeves cuando pequeño y nunca le agradaron sus bromas, también sabia o al parecer creía, que la entidad sabia de su existencia, aunque nunca dijo nada, afortunadamente no era el único que odiaba a Peeves, muchos estudiantes también, pero era Harry el único, quien curiosamente a las canciones del Poltergeist, respondía sacándole la lengua.

Harry había aprendido mucho antes que a quien más debía evitar era al conserje Argus Filch, quien buscaba todas las maneras posibles de castigar a los alumnos y su amenaza más notable era mandarlos a los calabozos o a su oficina donde los tendría colgado de sus pulgares toda la tarde, según el.

La gata del señor Filch, la señora Norris, era una historia un tanto diferente, Harry tenía un talento casi natural para acercarse a los animales, y cualquier ser que demostrara cierta antipatía hacia él, como Kreacher, el no veía maldad en los animales, aunque la gata sea flacucha y de colores polvorientos, con ojos saltones como linternas y que al primer maullido hacia aparecer a su dueño. Desde el primer día, cada vez que se cruzaba con la señora Norris, Harry intentaba llevarse bien con ella, no para que le permitiría hacer cosas fuera del reglamento, sino simplemente porque no veía maldad en ella, aunque sus intentos hasta ahora habían fallado, incluso con la comida para gato que le pidió a Kreacher que le trajera, de todas maneras, estaba decidido a no rendirse.

Las clases en tanto se habían convertido en sorpresas agradables como desagradables, comprendió porque la clase de Astronomía era la favorita del tío Regulus, según él, las primeras estrellas que reconoció sin problemas, gracias a que el tío Regulus le enseño en casa habían sido Sirius y Regulus, estaba más que seguro que lo primero que aprendería será el nombre de las estrellas de memoria. Lo que más le costaba de esas clases era reconocer a los planetas, casualmente, el telescopio le permitía verlos como pequeñas estrellas de brillo parejo, pero debía ubicarlos y eso era bastante complicado, en su primera clase había confundido a Júpiter con una estrella de la constelación de sagitario de nombre que no recordaba, solo sabía que no era la estrella alfa o la más brillante.

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