Capítulo 8.

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Capítulo 8.

Observo embelesada al bebé de piel trigueña que sostiene Alannah, a su lado Karoline no lo pierde de vista. Luce como una auténtica mamá primeriza enamorada.

—Es tan hermoso, ¿verdad, Lyam? —me pregunta Alannah.

—Lo es —afirmo estirando un dedo para que él lo atrape.

—Y huele tan bien —murmura Karoline con dulzura.

—Los bebés siempre huelen bien.

—Mis bomboncitos también huelen divino —confirma Alannah, ella suspira—. Oh, mis bebés. Extraño cuando eran unos bomboncitos arrugados que cabían en mis brazos. Adoro cuando son recién nacidos.

Declan frunce el ceño. —¿Por qué? Son todo llanto, pañales llenos y vómitos.

—De todas formas —replica sin alzar la mirada—. Adoro también cuando bajan esa clase de intensidad, los seis meses son preciosos.

—Presiento que ella llegará hasta los dos años y se pondrá a llorar porque pronto sus bebés los cumplen —comenta David entrando seguido de Darik y Adara, quienes cargan a los mellizos.

—Apuesto que ese serás tú cuando llegue el momento.

—Cincuenta euros por eso —añade Declan, alzando la mano.

—Hecho.

Adara suspira. —Dav, ya te lo hemos advertido.

—No puedes decir "apuesto", "presiento", "supongo" o cualquier palabra referente a una posibilidad futura frente a ellos dos —dice Darik—. En segundos están apostándose cincuenta euros.

—Es una buena inversión —objeta Alannah.

—Se harán millonarios si siguen así —se ríe Karoline.

La risa es cortada cuando oímos que el bebé, Mikael, balbucea haciendo que todos emitimos un dulce "aw" encantados. Menos los mellizos, cuyas expresiones se transforman al ver a su mamá cargando otro bebé, comparten una mirada y se sacuden para que los bajen y, seguido, acercarse a ella.

—Oh oh —Declan lo ve venir—. Aquí vamos de nuevo.

—Ellos se pusieron de acuerdo con una mirada —señalo incrédula.

Ahora están bajo todas las miradas, pero ellos se enfocan en Alannah.

—Nana, cárgame —pide Dean estirando los brazos.

—A mí también, nana —Dannah lo imita—. Cárgame.

Ella se ríe sacudiendo la cabeza, le entrega a Karoline su hijo y abre los brazos para los suyos, quienes no dudan en escalar a su regazo felices.

—Al menos pudiste disimular un poco de resistencia —comenta Declan, divertido.

—No puedo —dice abrazándolos fuerte, provocando que sonrían—. Debes aceptar que somos grandes pasteleros, amor, solo mira los bomboncitos que hicimos.

—Alannah y sus bombones —ríe Adara.

—Le dijo bombón a Mik —cuenta Karoline, orgullosa.

—Por supuesto nosotros también somos buenos pasteleros —dice David sentándose a mi lado, voltea a verme—. ¿Verdad, Lyam?

Asiento. —Tu hijo es muy bonito.

—Porque fue hecho con amor del bueno.

Nuestra visita dura poco más de una hora, consigo mantenerme centrada durante todo ese tiempo. Supongo que es porque me gustan los bebés, me encariño rápido con ellos y me entretengo bastante aun si no hablan. Guardo un cariño nato para ellos.

El Filo de un Corazón Roto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora