Capítulo 26.

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Capítulo 26.

Cuando el timbre suena, no tengo necesidad de adivinar quién es porque lo sé. Finnegan ha venido seguido, casi todas las tardes de esta semana, para ver televisión conmigo al menos unas tres horas.

Me asomo por las escaleras y veo que Alannah lo está saludando, a diferencia de otras veces, no le busca conversación y vuelve a su despacho, supongo está ocupada.

—Genio —me saluda con un asentimiento.

—Ricky —respondo.

Me sigue al segundo piso y ambos nos dejamos caer en el mueble, mientras paso los canales, él saca los yogures que siempre trae. Lo está haciendo una costumbre, y de paso un juego también; él lo prepara intentando adivinar qué es lo que me gusta y qué no. Me trae uno de diferente sabores cada vez.

—Oh, ¿te gusta cake boss? —le pregunto.

—Sé qué es, pero nunca lo he visto —responde pasándome mi yogurt.

—¿Cómo que no? —Frunzo el ceño—. Cake Boss es cultura entre los realities.

—No soy muy fan de los realities.

—Hemos estado viendo realities toda esta semana.

—Dejé que eligieras lo que quisieras, no me interesa, quizá me hagas cambiar de opinión —contesta alzando los hombros—. Has acertado en algunos, no todos son malos.

—Los de Discovery Home and Health nunca son malos —replico muy segura—. Cake Boss, Vestido de Novia, Hermanos a la Obra, Rodando por América... uno que otro siendo la excepción, pero definitivamente la mayoría son buenos. No "no malos", sino buenos.

—Me gusta Hermanos a la Obra porque papá lo ve los jueves en la noche —comenta abriendo su envase—. De resto no sé nada, entonces dejaré que me los enseñes.

—¿Tú me das yogur y yo te doy realities?

—Parece un acuerdo justo.

—Entonces, empecemos por Cake Boss —sonrío, lo pongo y luego me enfoco en mi envase—. Veamos qué nos traes hoy... ¿Chocolate? No me gusta el chocolate.

—Eso es oreo —enfatiza como si hiciera una gran diferencia.

—Las oreo están hechas de chocolates.

—¿Y no te gustan?

—Bueno, sí...

—Pruebalo, si no te gusta, te doy el mío de cheese cake —propone, ese sí me gusta, por lo tanto acepto.

Doy mi primera probada, y sí, no es como el helado normal de chocolate, sin embargo...

—Es pasable -—concedo—. Te doy un cinco, porque solo me traíste de oreo.

—No quería arriesgarme en combinar sabores que no pegan —explica—. Déjame la mitad, también te dejaré la mitad del mío.

Eso funciona así que asiento. Nos relajamos viendo el programa de televisión, que va sobre el negocio familiar de unos italianos sobre hacer pasteles increíbles. Son artistas, escultores con base de bizcochos.

—Joder, qué decoración hacen —comenta él con la vista fija en la tv, entretenido—. Pero, ¿eso tendrá buen sabor?

—En realidad, Buddy dice que son más de decoraciones que sabor. Son escultores, es lo que dijo —explico, y él asiente hallándole sentido—. ¿Sí te gusta?

—Sí, está interesante —Se nota, porque ni me mira.

—Me alegro, porque es mi programa favorito y si no decias eso, me ofendería —digo en broma.

El Filo de un Corazón Roto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora