Capítulo 35.

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Capítulo 35.


Finnegan.

Me empino la botella a la vez que escucho a Carson entrar.

—De acuerdo, estoy preocupado —dice mirándome desde el otro extremo del sofá.

—¿Otro inquilino quejón?

—Otro día tú ebrio a las 2 de la tarde —responde.

Sacudo la mano en un ademán para restarle importancia, pero él sigue mirándome serio y con fijeza.

—Si algo ha pasado, esta no es la forma de afrontarlo.

—Nada ha pasado, cálmate.

—Llevas tres días bebiendo, ¿Realmente esperas que me crea eso? —replica cruzando los brazos.

—Tres días, siempre se espera esos días para hacer algo importante, ¿No? Incluso en la religión.

—¿Qué?

—Jesús empezó con eso de los tres días.

—No metas a Jesús en esto —contesta—. Si mañana es lo mismo, llamaré a Fionlagh.

—Él ya no es mi jefe, ¿Sí recuerdas?

—Es tu hermano, la persona en quien más confías; creo que eso es lo que necesitas.

—Déjalo, no hay que perturbar su luna de miel con problemas inexistentes.

—¿Entonces qué, recurro a Kelyam?

—No, por favor, no —espeto incorporándome—. Ni se te ocurra.

Carson frunce el ceño y su mirada se intensifica, sin embargo asiente con la cabeza, haciendo que me relaje.

—Estaré en el mostrador —dice antes de irse.

Me dejo caer en el sofá de nuevo, suspirando hondo. Ella no puede venir, porque de lo que nada pasa, ella lo es todo.

Joder, es que la besé.

Estoy sorprendido y decepcionado de mí mismo; no lo debí hacer. Por Dios, tengo novia y aunque no estemos en las mejores condiciones, le debo respeto. Ella está pasando por momentos difíciles y yo a cambio le soy infiel, ¿Qué clase de mierda soy?

Los síntomas del licor son más llevaderos que el desastre en mi mente, por eso bebo continuamente estos días. Y para evitar la grandísima reseca que me espera al final. Pero eso es mejor que ponerme a pensar. Así que ignoro a Carson, ignoro a todos y el jueves también bebo. Él me mira desaprobatoriamente, aunque sabe que me da igual.

Me acuesto a lo largo del mueble junto a mi botella, doy otro trago e inspiro hondo, cerrando los ojos unos segundos.

—Oye, princeso —escucho a Carson—. Tienes visita.

—¿Qué?

Abro los ojos y veo a Kelyam asomarse, provocando que se me corte la respiración.

No mido la rapidez con la que me levanto por lo que me mareo, enviándome devuelta al mueble y haciendo que ella se acerque con el ceño fruncido.

—¿Todo en orden? —inquiere Carson asomando su cabeza.

Lo observo con ojos entrecerrados.

—¿La llamaste?

—No.

—A mí nadie me ha llamado —confirma ella, inclinándose un poco hacía mí y me alejo por inercia.

El Filo de un Corazón Roto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora