Capítulo 14.

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Capítulo 14.

Hay muchas cosas que no sé, tantas cosas que ocurren que no puedo explicar, y levantarme cada mañana, sobre todo después de un duro día anterior, es parte de ello. Y que aun me sienta fatal lo hace peor.

Estoy despierta, pero no me levanto. De nuevo siento que soy una pieza más de la cama. Es una sensación extraña de sentir que no soy real, que no tengo conciencia y que soy un objeto inamovible. Lo que me hace saber lo contrario es el dolor, un sentimiento más fuerte y potente, y con ello la conciencia regresa.

Aun así, soy ajena al tiempo que pasa antes que Declan toque la puerta y entre con una bandeja de comida.

—Tostadas y huevos revueltos como te gustan —Es lo primero que dice—. ¡Ah! Y dos acompañantes que no dejan de preguntar por su tía Lya.

—¡Holi! —saluda Dannah entrando detrás de Declan con entusiasmo; Dean viene después de ella, más enfocado en llevar un vaso de jugo sin que se derrame.

Cuando me incorporo para sentarme, Declan deja la bandeja a mi lado y luego, de forma teatral, Dean deja el jugo ahí mismo.

—Tu jugo, tía Lya —dice sonriente—. No cayó, prometo.

—Gracias, Dindie —digo, y aunque fracaso en el intento de esbozar una sonrisa, él no pierde la suya.

—¿Cómo te sientes, Lyam? —pregunta Declan, sentándose a mis pies.

Alzo los hombros, en silencio miro a Dannah trepar para llegar a mi lado y quedarse de pie, sosteniéndose de mi hombro. En cambio Dean sube al regazo de su papá.

—Sin mucho apetito, honestamente —respondo al cabo de unos segundos; es increíble que incluso hablar me cueste. Increíble.

—Necesitas comer para tomarte las pastillas —me recuerda, señala mi mesita de noche que es donde se encuentran—. Si la tomas probablemente te sientes mejor.

—Sé que será así —contesto viendo hacia el mural que ayer hicimos, directamente a los peces que ya tienen su frase escrita—. Pero no puedo resguardarme detrás de las pastillas, eso lo dijo la doctora.

—La doctora no dijo nada sobre suspender el medicamento.

—No, me refiero a que es algo que debo recordar.

—Eso es cierto —afirma—, por lo tanto, igual debes comer y luego tomar tu dosis.

—Lo haré —aseguro, pero aun así no hago ademán de tocar la comida—. ¿No tienes trabajo hoy?

—No, hoy le toca a Anne —bromea acomodándose mejor con Dean—. Tiene un nuevo contrato pendiente y otros varios negocios en espera para ser evaluados para entrar a la agencia.

—Seguro consigue buenos contratos.

—No tengo duda, ella es un tiburón en todos los ámbitos de la vida: profesional, maternal, matrimonial...

—A veces es confuso —comento; de repente Dannah aparece en mi campo de visión y me lleva un pedazo de tostada a la boca, tan rápido que por reflejo abro mis labios y lo recibo.

El Filo de un Corazón Roto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora