Capítulo 56.

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Capítulo 56.

Estar en la clínica es incluso peor que estar deprimido en mi habitación.

En casa al menos tenía mi espacio, mi comodidad, en cambio aquí todo es fastidioso; las personas queriendo hablarme, la psicóloga tratando de sacarme conversación, hay mucha luz y nunca estoy solo, ni siquiera por las noches. Solo han pasado ocho días desde que me internaron, nada dentro de mí ha cambiado ni lo hará, por ende simplemente dejo pasar los días hasta que mis padres se den cuenta que esto es inútil.

Ellos vienen todos los días, se turnan para visitarme; Fionlagh y Nelda vienen por la mañana, abuelo durante el almuerzo y mis padres antes que anochezca. Carson ha venido también, sin embargo es quien más me agrada, sencillamente acepta que no quiero hablar y permanece a mi lado en silencio todo el rato.

Pero como son las 8am, quienes están aquí son mi hermano y cuñada, perdiendo su tiempo viéndome cómo revuelvo la avena que dieron de desayuno hoy.

—No puedes quejarte de esto —dice Fion, comiendo de su taza—. La comida no es una mierda, ese es un punto.

—Fion, todo es jodidamente fastidioso aquí; ya entiendo porqué Cath saltó de ese edificio.

—¡Chsttt! —Nelda me da un manotón en el hombro, haciéndonos sobresaltar a ambos.

—Amor...

—Amor nada —Le espeta a Fion antes de verme—. No juegues con eso.

—Tengo derecho a hacer bromas sobre mis desgracias.

—No. Juegues. Con. Eso, Finnegan.

Me deslizo en mi banca, alejándome de ella.

—De acuerdo, tienes prohibido visitarme cuando estás en tus días —sentencio, haciendo que ruede los ojos.

—No estoy en mis días —dice poniéndose de pie—. Voy al baño, ya regreso.

—No le ha bajado y la tiene como desquiciada —murmura Fionlagh cuando está lejos—. Se pone paranoica con eso.

—¿No deberías estar alarmado tú también?

—Confío plenamente en el doctor que me hizo la vasectomía. 

Le doy la razón con un asentimiento, el silencio cae sobre nosotros mientras vuelvo mi vista a la avena delante de mí que ya debe estar fría. Escucho a Fionlagh suspirar, más no lo miro.

—¿Quieres hablarle? —inquiere, dejando su celular en la mesa.

—No quiero empeorar las cosas —contesto, dejo la taza para evitar la tentación de estirar mi mano y tomar su celular—. ¿Haz hablado tú con ella?

—Todos los días. Cuando salga de aquí, me llegará su mensaje preguntándome sobre ti. Ha estado al tanto, solo que...

—¿Qué?

—Creo que deberías decirle porqué la alejas, siempre me pregunta y yo no sé qué responderle —dice, inclinándose más hacia mí—. Parece estar bien, pero creo que eso la atormenta.

—No puedo hablar con ella de nuevo, no seré capaz de dejarla ir otra vez. Tú no sabes lo que me costó soltarla aquel día.

—¿Siquiera un mensaje de texto?

—No.

Él suspira, pero termina asintiendo e intenta seguir con otra conversación pero dejo de hablar en absoluto. Luego de un par de minutos logra entender el mensaje y cuando vuelve Nelda proceden a despedirse, yo solamente me pongo de pie y me devuelvo a la habitación asignada. Allí dentro, me siento en el suelo delante del espejo adherido a la pared; me doy un vistazo y termino tragando grueso.

El Filo de un Corazón Roto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora