Capítulo 20.

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Capítulo 20.

Vierto los dulces en una taza, la tomo y me devuelvo al sofá donde me espera Zackaríah. Dejo la taza en medio de ambos, inmediatamente empezamos a comer.

—¿Qué querías contarme? —pregunta llevándose un caramelo a la boca.

—Tengo un nuevo amigo.

—Pero —arquea las cejas—, ¿hablas de alguien real o usas tu humor negro para decirme que te dieron un nuevo diagnostico?

—Alguien real —aclaro.

—Oh, vale —asiente comiendo otro caramelo, sus mejillas se abultan como las de una ardilla—. ¿Quién es el pobre desgraciado?

—Finnegan, ya te he hablado de él.

—¿El portero del edificio de Ada y Rik?

—Ese —afirmo—. Ayer de casualidad terminé en la fiesta de cumpleaños de su abuela.

—Vaya, entonces la cosa es seria.

Resoplo divertida. —Sí, es como nuestro hermano perdido porque es tan sarcástico y burlón como tú y yo.

—Un maldito agradable, veo.

Asiento con la cabeza porque mastico; no hace mucho, cuando estábamos en la estética, nos escuchó a Ada y a mí hablar de Finnegan. Pero no me referí a él como mi amigo como en este momento. Ahora siento que ya está confirmado; no sé si fue por el cumpleaños de ayer, que pasar tiempo juntos me hizo dar cuenta que congeniamos bastante, o el entendimiento que ambos compartimos por las desgracias.

—Siento que si te lo presento, se llevarían bien —comento después de tragar.

Zack me observa, serio.

—Vale, ¿me dirás que resultó ser gay y cuando le mostraste una foto mía quedó flechado, por ende ahora planeas una cita?

—Ash, diste en el clavo —bufo, entonando la ironía.

—Como quieras, pero ten en cuenta que si empieza a coquetear lo mando a la mierda.

—Ya —ruedo los ojos, ambos sabemos que bromea—. En fin, ¿qué me cuentas tú?

—No hay mucho que contar, paso seis días de la semana trabajando y el séptimo día estoy contigo —contesta, encoge los hombros.

—Por Dios, tu vida social es peor que la mía.

—Mi vida social se reduce a ti.

—Y la mía a ti.

—Yo estoy bien con eso —Vuelve a encogerse de hombros—, solo contigo.

—Me siento jodidamente privilegiada que solo compartas tu oxígeno conmigo por voluntad —sonrío y él me copia por la elección específicas de palabras.

Seguimos comiendo mientras vemos una película, hasta que los caramelos se acaban y decidimos salir para ir a buscar unos batidos. Eso es, básicamente, nuestros días juntos; comer donde sea.

Subo a mi habitación para ponerme sandalias, solo eso hago porque me quedo con la pijama, o eso planeaba antes de verme en el espejo. Un solo vistazo me basta para decidir cambiarme, al menos, del pantalón chándal a un jean y me quedo con la blusa de tirantes del pijama. Me observo varios segundos, cuestionándome cómo me veo.

Últimamente me preocupa más mi aspecto, desde que me probé una falda ayer parece que una espina de inconformismo se incrustó en mi mente, y es lo que domina mis pensamientos. Como si la punta de la espina hiciera explotar algo en mi cerebro, esparciendo las dudas e inseguridades hacia mi importancia del físico.

El Filo de un Corazón Roto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora