Capítulo 7.

290 69 12
                                    

Capítulo 7.

1 año y 4 meses sin Oliver.

Es lo primero que pienso al despertar, cuando bajo a desayunar —aunque es la hora del almuerzo—, al volver a mi habitación y quedarme acostada. El dolor aprieta mi pecho en todo momento.

Hagan efecto, imploro en mi mente refiriéndome a los antidepresivos. Por favor, hagan que me sienta mejor. Sirvan.

La doctora me explicó que puede surgir efecto entre dos o seis semanas, varia por persona. Ojalá fuese más rápido para mí, pero parece que tardará y contando que llevo cuatro semanas con la nueva dosis. Es, hasta ahora, la que mejor he sobrellevado dado que los anteriores efectos secundarios eran más fuerte.

Otro mes sin ti.

Sin oírte, ni verte o tocarte.

Sin que me digas que me amas; yo te lo digo todos los días, pero ojalá pudiera volver a oírlo en la actualidad.

Ni las fotos ni vídeos me sirven, te quiero es a ti.

Limpio mis mejillas cuando tocan la puerta, aun cuando no doy aprobación de que entre Macbride igual lo hace. Se asoma con cautela y al verme abrazando una almohada ya húmeda, hace una mueca.

—¿Estás bien?

—Hoy se cumple otro mes —contesto apretando más fuerte la almohada.

—Oh... —murmura. Segundos después se acerca para sentarse a mi lado—. ¿Puedo hacer algo, Lyam?

Río sin gracia. —¿Sabes cómo resucitar a alguien?

—Si supiera lo haría por ti, de verdad —responde con un suspiro. Hace una pausa en donde se escucha claro cómo sorbo mi nariz, él me tiende un pañuelo y fija sus ojos en mí—. ¿En serio no hay algo que pueda ayudarte a sentirte un poco mejor?

—Ya te la dije.

—Pero esa es imposible —replica—. ¿Y si te traigo comida, o vemos algo en la televisión, o...?

—No es tan simple.

—Pero...

—Si solo molestarás, salte de mi habitación —ordeno dándole la espalda.

Hay un tenso silencio antes de sentir que se levanta de la cama, escucho la puerta abrirse pero no cerrarse.

—Solo quiero ayudarte porque te amo y me duele verte tan triste —me dice, confirmando que no ha salido—. Pero bien, si es lo que quieres.

Entonces la puerta se cierra, sin embargo no me hace sentir mejor, sino todo lo contrario. Los pensamientos y la soledad vuelve a golpearme, y no quiero eso.

Suspiro hondo mientras reúno fuerza para incorporarme y luego levantarme para salir de la habitación. Cuando estoy en el pasillo noto a Declan acabando de subir y que venía hacia mí, pero al verme fuera alza las cejas.

—¿Todo bien, Lyam? —pregunta, y sé que lo hace porque sabe qué día es hoy.

—Iba con Macbride —contesto—. Tal vez ayude a distraerme.

Me sonríe. —Está bien. Y, por cierto, en la tarde Anne tendrá una conferencia del libro dado que hoy mismo sale a la venta, ¿irás?

No lo recordaba, pero sí que escribí el evento en mi libro de actividades. Solo por escribir y llenar un cuadro del libro, sin embargo debo recordarme mi charla con la psicóloga y la meta que veo en cada sesión y la que cuelga en mi puerta desde ayer.

El Filo de un Corazón Roto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora