Capítulo 23.

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Capítulo 23.

Cuando entro al consultorio y lo primero que veo es un espejo de cuerpo entero a un lado, sé que no será una cita fácil. Así que con un pesado suspiro cierro la puerta.

—Buenas tardes, Kelyam —saluda la doctora.

La miro, suspiro, y asiento.

—Hola.

—¿Cómo has estado? —pregunta señalando el mueble—. ¿Qué quieres contarme hoy?

—No me gustó ir al gimnasio, así que decidí correr por las mañanas —respondo tomando asiento—. Anne me acompañará, sospecho que acordó con Dex ser mi compañera en este proceso en particular.

—¿Y cómo te sientes al respecto?

—Siento que... encaja —contesto mientras ojeo el espejo—. La confianza en sí misma que transmite es increíble y cualquiera dudaría que pasó por, bueno, por lo que pasó. Me da esperanzas.

—Entonces, ¿estás completamente dispuesta a cruzar ese camino?

—No estoy lista —admito, pero también—: Honestamente no creo que lo esté alguna vez, pero lo haré.

—¿Qué quieres decir?

—Que creo que estar listo es relativo y no siempre significa una situación o estado ideal —comento viendo aun el espejo—. A veces, sabes que nunca estarás lo que eso signifique, así que deberás empujarte a ti misma a hacerlo y de a poco, avanzando, llegarás a sentirte lista para todo lo que abarca.

—Entiendo tu punto —dice anotando en su libreta—. Veo que has abierto más tu mente, Kelyam, felicidades.

Quiero sonreír, quiero sentir el logro de verdad, pero el espejo detrás de mí me pone nerviosa y ella lo nota.

—También veo que supones lo que haremos hoy.

—No puedo decir que me emociona —murmuro viéndola levantarse.

Me toca seguirla por supuesto al espejo, que está sucio y no se ve bien el reflejo, a un lado hay un spray y un paño. La doctora se coloca al lado, pero me indica que me coloque al frente y con pasos arrastrados lo hago.

—Hoy haremos dos terapias —empieza a explicar—. Ya estás delante de la primera, ahora dime qué ves al mirar ahí al espejo.

—Suciedad —frunzo el ceño.

—¿No ves nada más?

—No —encojo los hombros—. No me veo siquiera, está muy sucio.

—Vale —asiente, tomando el paño y el spray de la mesita—. Límpialo con esto de arriba a abajo, y a medida que lo hagas, di lo que piensas acerca de ti, de tu aspecto, de lo que has experimentado últimamente.

>>Recuerda que estás en un lugar seguro, nada de lo que digas saldrá de aquí, nadie más lo sabrá, y puedes pensar que ni siquiera estoy aquí. ¿De acuerdo?

—Vale —susurro.

Inspiro hondo, no comienzo de inmediato porque sé que me da mi tiempo para reunir valentía. Di el primer paso al aceptar el problema, avancé al segundo cuando puse en práctica los consejos de la doctora, y el tercero es este, empezar a darle frente. No estoy lista, pero como dije, a veces no puedes esperar que lo esté porque quizá nunca llegue el momento.

Miro el espejo durante segundos silenciosos, con la mente en blanco, hasta que me obligo a alzar la mano y empezar.

—Tu cabello es simplista, reseco, sin brillo —Aplico el spray y luego paso el paño—. Peinados no puedes hacerte porque entonces verán tu rostro, lleno de ojeras y líneas de cansancio y tristeza. Verán tus ojos decaídos, la palidez de tu piel y el daño en ti.

El Filo de un Corazón Roto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora