Capítulo 31.

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Capítulo 31.

Cuando sientes unas palabras, estas resuenan dentro de ti por mucho tiempo y siguen causando el mismo efecto, la misma sensación que al escucharlo. Y desde que las dijo, yo no he dejado de sentir las palabras de Finnegan.

Despierto al mediodía, la fiesta terminó al amanecer, y mi primer pensamiento es sobre él. Me levanto pensándolo, me baño y me visto repasando cada momento en la noche con su compañía, me observo en el espejo y sus palabras se repiten en mi mente.

Dios, lo que dijo movió algo en mí de verdad. 

Intento relajarme sobre ello, no desgastar el pensamiento y respirar profundo. Salgo de mi habitación hacia la sala, donde encuentro a Alannah en los muebles, rodeada de bolsas, envolturas y cajas de regalos.

—Muy buenos días, ¿eh? 

—Maravillosos —contesta sonriente.

Me siento en el brazo de un sofá que está libre y analizo las cosas regadas.

—¿Qué le regalas una persona que prácticamente tiene todo? —inquiero.

—Cosas que, aunque sabes que ya tiene, igual ama —responde, y va señalando—. Libros, joyas, carteras... Amo muchas cosas, no tiene que ser algo particular y único necesariamente. Si me regalas una de esas cosas, sé que me conoces.

—Ya —me inclino viendo las etiquetas—. ¿Qué te regaló Finnegan? No me lo dijo.

—Oh, lo acabo de abrir. ¡Joder, me encanta!

Se estira para tomar una bolsa, saca el regalo que resulta ser un mediano bolso rojo con detalles en cuero y de paso, la firma de Alannah en dorado y cursiva en la parte frontal. Ella la sostiene con una enorme sonrisa.

—Y mira —Muestra la etiqueta de la marca—. ¡Es de Size Blue-Green!

Sonrío, ha dado justo en el punto, pero no sé cómo si creo que nunca le mencioné cuánto ama ella esa marca.

—Y también tiene un monedero —Lo saca, es básicamente lo mismo solo que en versión más pequeña, y el colgante del cierre es en forma de su inicial.

—Te juro que no le dije nada para tu regalo —aseguro—. Ni siquiera pensé en que te daría uno.

—Entonces tiene un muy buen gusto.

—Y muy buen dinero —añado divertida.

—También lo pensé, ¿no es mucho para un portero?

—Él es un riquillo, Anne, su casa es una mansión de ensueño y tiene su propio edificio de paso. Ese el que está al lado del de Rik y Ada, es el suyo.

—Bueno, bueno, pero es que el portero nos salió Ricky Ricón —murmura acomodándose en su lugar.

Río. —Así le digo yo.

—Si a mí me dio esto, no quiero imaginarme qué te dará a ti cuando cumplas. Yo como tú le mandaría indirectas sobre que quieres un acuario personal —bromea haciéndome reír más—. Fue muy lindo y generoso. ¿Por qué no lo invitas a cenar esta noche?

—Le preguntaré si puede.

—Sí, que venga. Jake también estará y que vea que no es el único invitado, se sentirá más cómodo. Veo que a veces se siente intimidado cuando estamos solo somos la familia.

—Suena bien.

Me quedo con ella viendo los demás regalos mientras hablamos. Un rato después llega Declan con el almuerzo y los bebés, que estaban en casa de sus abuelos desde ayer, ellos se lanzan a los regalos sin titubear.

El Filo de un Corazón Roto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora