Epílogo.

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Epílogo.

—Vamos, despierta —susurra en mi oído.

Sonrío aun somnolienta, mientras él va dejando dulces besos por todo mi rostro. Doy la vuelta y paso mis brazos por sus hombros, rodeándolo, para luego hacer que vuelva a acostarse conmigo. Se ríe, hundiendo el rostro en mi cuello.

—Despierta, cumpleañera.

—¿Por qué no puedo dormir hasta más tarde? —murmuro, acurrucándome contra él.

—Porque pronto debo salir y quiero desayunar contigo, cariño —responde—. Hice la comida.

—¿En realidad lo que me quieres decir es que incendiaste la cocina y debemos evacuar el apartamento con urgencia?

Finnegan se aleja para observarme serio con ojos entrecerrados, me echo a reír y atrapo sus mejillas para besarlo. Él no se pone, al contrario me sigue de inmediato atrapando mi labio inferior para succionarlo, darle una suave mordida y luego pasar su lengua. Un jadeo se me escapa cuando rueda haciendo que termine sobre él.

Acomodo mis piernas en sus costados, su mano se hunde en mi cabello y hace que ladee la cabeza para profundizar el beso. Poco a poco hace que nos incorporemos, hasta que él está sentado y yo sobre su regazo. Cuando me alejo Finnegan tiene una pequeña sonrisa al verme fijamente.

—¿No te fue suficiente con anoche, uh? —inquiere, besando mi barbilla.

—Nunca me es suficiente de ti.

—¿Te gustó anoche?

—Por supuesto —contesto—. A todas estas, ¿porqué el afán si vienes felicitándome desde las doce en punto?

—Porque tendrás que irte a la universidad, luego almorzarás con Declan y Alannah, tienes cita a las dos en la estética y no nos veremos hasta la noche para tu fiesta.

—Está bien, tienes razón. ¿Me cargas hasta fuera, por favor?

—Eres una mimada —comenta, pero se arrastra fuera de la cama conmigo encima y al ponerse de pie me toma por debajo del trasero para no caer.

—No puedes quejarte si eres quien más me mima.

—Sí, porque puede que me saques de quicio siempre, pero aun así te amo.

Río, abrazándolo más fuerte.

Lo cierto es que tanto Finnegan como yo tenemos un carácter fuerte que muchas veces nos ha hecho chocar. Nos pasa muy seguido que uno está hablando seriamente y el otro hace una broma o replica, haciéndolo enojar más. Es como nuestro pan de cada día que ya se siente lo suficiente normal para no hacer un drama cuando sucede.

—De acuerdo, Genio, llegamos —dice dejándome en el suelo.

Giro hacia el comedor —que de hecho compramos juntos— y jadeo de sorpresa, porque hay un hermoso adorno de globos junto al jarrón de flores que me regaló cuando nos dijimos 'te amo' por primera vez en nuestro noviazgo. Además de ello, una caja con mis golosinas preferidas y el resto de la mesa está lista para un desayuno de frutas, panqueques, café y jugo también.

Me acerco más para observar los globos, pero mis ojos se enfocan en otra cosa; la oscura cajita cuadrada en el centro. Contengo la respiración.

—Finn...

—¿Genio?

Me giro hacia él, sin embargo sigo mirando la cajita y señalándola. Tengo el corazón en la garganta mientras el pulso me va a mil.

El Filo de un Corazón Roto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora