Contenido sensible*
Capítulo 13.
Me muevo por toda la habitación, viendo los estantes y fingiendo interés en los títulos de cada libro, todo con tal de no sentarme en el sofá, donde vislumbro mi derrumbe más próximo.
—Tiene muchos libros —comento sin ver a la doctora—. No reconozco ninguno.
—Quizá porque todos son de psicología.
—¿No le gusta las novelas?
—Esas están en mi casa —responde.
—A mí me gustan un poco —cuento trasladándome a otro estante—. No soy de leer tantas, como Anne y Brid, pero sí leo rápido. Tan rápido que cuando lo hago en voz alta, no suelen entenderme bien, por eso me gusta leer solo para mí.
—¿Y tienes algún libro favorito?
—No lo creo, todas las novelas que leí me han gustado. Y las que no, jamás las terminé porque las dejé en el momento que sentí que no me gustaba.
—¿Nunca te dio curiosidad su continuación? —pregunta—. Tal vez fue la página que leías en el momento que no te gustó, pero no quiere decir que el resto del libro seria igual.
—Tal vez —murmuro—. Aunque no me arrepiento de haberlos dejado. Conseguí mejores, según yo.
—Y eso está bien, si no te gusta un libro tampoco estás obligada a terminarlo.
—A menos que sea de la universidad —replico con gracia—. Ni aunque te arranques los ojos, igual debes leerlo.
—Exactamente —Ella se ríe—. Veo que estás de buen humor, ¿se debe a algo en particular?
—He tenido una buena semana —contesto, y me adentro a contarle todo lo bueno.
Espero que así pueda distraerla lo suficiente, alargar la conversación y que la hora se acorte a ello. Para cuando termine, no tenga tiempo de tocar los puntos débiles.
—Me alegro que hayas tenido una buena semana.
—Sí, y eso no es todo —digo mirando la hora en el reloj de la pared—. Apenas comienzo.
—Estaré encantada de escuchar, aunque tengo una pregunta antes que sigas. ¿Puedo?
—Sí, dígame.
—¿Estás evitando hablar, Kelyam? —pregunta directa, algo que no contaba.
—Estamos hablando —replico, intentando con fuerzas fingir normalidad. Es lo único que necesito.
—Sabes a qué tema me refiero —repone, usando un tono suave—. No hablas tanto, sueles responder la mayoría de mis preguntas y ondear un poco, pero no hablas mucho por y de ti misma. ¿Hay alguna razón particular?
Suspiro hondo, es como si pudiera leer mi mente y sé que no es así, sino la relación doctor-paciente, me conoce a tal nivel porque me ha estudiado en cada sesión. Es lo que hace.
—Ya me oyó, tuve una buena semana —Doy la vuelta para verle, ella no ha cambiado de posición siquiera—. ¿Para qué dañarlo? Estoy bien, ¿sabe hace cuánto no digo eso? ¿Cuánto no siento eso?
—Evitar los conflictos presentes no es exactamente estar bien, Kelyam.
—Los antidepresivos funcionan, doctora. Me siento bien, tuve una buena semana. Es la primera vez que soy una persona normal en mucho tiempo.
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El Filo de un Corazón Roto.
RomanceProbablemente todos en el mundo habían sufrido la perdida de un amor, y tenido que ser víctima de los estragos que causa. A Kelyam McGowan le llegó su turno. Para ella era como vivir con una bala perforando su corazón, la anestesia para soportar el...