26.- ¿Y por qué tienes sueño?

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El despertador sonó demasiado temprano para lo que Amelia hubiera deseado y tampoco podía apurar mucho más tiempo en la cama ya que aún tenía que guardar las últimas cosas en la maleta para volver a su realidad en Zaragoza.

Se dirigió a la cocina todavía medio dormida para tomarse un café antes de vestirse y salir hacia la estación de tren.

- Buenos días - dijo en medio de un bostezo.

- Buenos días, morena - le devolvió Mateo con la atención puesta en su tablet. - Tienes café recién hecho en la cafetera - le indicó.

- Gracias. Falta me hace - confesó cogiendo una taza del mueble y llenándola a continuación.

- Alguien se acostó tarde anoche - dejó caer. - Me ha dicho Marina que te de un beso de su parte, que ayer al final no te vio.

- Pues quiero mi beso - manifestó aproximándose a la mesa en la que estaba el chico acercando la mejilla para recibir el beso prometido. - Un poco más y nos cruzamos con lo temprano que sale ella...

- ¿A qué hora viniste? Porque no escuchamos nada.

- Sobre la una de la madrugada - declaró la morena.

- Vaya... Sí que fue larga la película.

- Estuvimos cenando después - informó removiendo el café.

- Ahh ¿y qué tal? ¿Bien? - se interesó el chico.

- Sí, bien - respondió Amelia.

- Pero ¿bien o bien bien?

- Bien, Mateo - expresó con una sonrisa delatora.

- Vale, no más preguntas.

- No la agobies, por favor - pidió Amelia. - Déjala que te cuente ella cuando lo crea oportuno, pero dale tiempo y espacio, que nos conocemos.

- Tranquila - le guiñó el ojo. - En el último momento, como Sergio Ramos en el 93... - murmuró.

- Mateo - le reprendió.

- No preguntas pero tampoco estos comentarios cuando no ha salido ni el sol - ironizó levantando la mano derecha en señal de promesa.

Tras acabarse el café, Amelia fue a la habitación para cambiarse y meter el pijama y el neceser con el aseo en la maleta.

Pocos instantes después, Mateo conducía por las calles desiertas de Madrid hasta llegar a la estación de Atocha. Se despidieron junto al control de seguridad y, tras pasarlo, la morena buscó en los paneles informativos el andén desde el que saldría su tren para poder tomar asiento lo más rápido posible para, una vez en su plaza y con los auriculares puestos escuchando música, tratar de dormir otra hora y media más antes de llegar a su destino.

Rebuscó entre las playlist de Spotify que tenía guardadas algo que no fuera ni muy tranquilo con lo que quedarse profundamente dormida ni demasiado movido que no le dejara relajarse y llegó hasta los acústicos de Amaral que tantas veces había escuchado y se había atrevido con alguna de sus canciones a la guitarra.

Puso la alarma del móvil para que sonara unos minutos antes de la hora prevista de llegada a la estación de Zaragoza y apoyó su cabeza en el cristal cuando la música empezaba a sonar.

Los primeros acordes de 500 vidas hicieron que cantidad de recuerdos vividos en las últimas semanas aparecieran en su mente y en todos ellos, de una u otra manera, Luisita estaba ahí: las tardes en el pueblo, el fin de semana en la playa disfrutando del agua como una niña pequeña, los buenos ratos de cervezas en el Asturiano, los paseos turísticos por Madrid aportando algún dato curioso desconocido, sus acercamientos cuando parecía que podía avanzar un poco para darse luego contra un muro,... hasta llegar a la tarde anterior.

Sueño de una noche de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora