Dilataron todo lo posible el tiempo sobre la cama, simplemente abrazadas, acariciándose o besándose, con los rayos de sol entrando con más intensidad por los agujeros de la persiana. Sólo ellas y sus caricias y besos en los que quedarse a vivir para siempre, sin nada ajeno que perturbara ese instante.
Nada ajeno salvo el estómago de Amelia, que también quería ser parte protagonista del momento. Las tripas de la morena emitieron un rugido que rompió toda la magia que se había formado bajo el nórdico y Luisita comenzó a reír.
- Me parece que alguien quiere decirnos algo – expresó Luisita entre risas.
- Ay – pronunció Amelia tapándose la cara con la mano que tenía libre. – Vaya forma de acabar con el romanticismo.
- Piensa que si no hubieras sido tú habría sido yo, porque mi estómago está a punto de pronunciarse también. Deberíamos ir pensando en salir de la cama y preparar algo.
- No quiero – declaró la morena con voz infantil. – Quiero quedarme en la cama contigo – añadió atrapando a la rubia con una de sus piernas y sus brazos, quedando inmovilizada.
- Pero habrá que alimentarse y esas cosas...
- Se me ocurren muchas maneras y te aseguro que me quedaría siempre con hambre – comentó humedeciéndose de manera inconsciente los labios.
- Ah, ¿sí?
- No me cansaría nunca de comer...te – confesó atravesándola con la mirada y provocando un pinchazo en la zona baja del abdomen de Luisita.
- ¡Amelia! – exclamó ruborizada.
- ¿Qué, cariño? Sólo digo la verdad... Yo nunca miento.
- Para – advirtió.
- ¿O qué? ¿Me estás amenazando? – la retó.
- Puede – desafió la rubia.
- Uy, qué mala – dijo juguetona Amelia.
- No quieras comprobarlo.
- Quiero – provocó. – Me encanta cuando eres mala.
- Pero ahora no me puedo mover.
- Tienes una mano libre. Puedes hacer maravillas.
- Pero si me sueltas a lo mejor tengo las dos – chantajeó Luisita.
- Dame un beso a cambio – exigió la morena para aceptar su petición.
- ¿Qué gano yo?
- Tener las dos manos libres – declaró Amelia.
- ¿Y ya? – preguntó sobre los labios de la morena cuando estaba ya dispuesta para recibirla.
- ¿Te parece poco?
- Me parece un trato injusto.
- Tranquila cariño, que ganamos las dos – dijo antes de lanzarse a la boca de la rubia.
Amelia aflojó el agarre dejando vagar sus manos por la espalda de Luisita y profundizó el beso en una batalla de lenguas. La rubia consiguió liberarse completamente del cuerpo de la morena y en un ágil movimiento se separó de ella.
- ¡Vamos, a levantarse! – exclamó Luisita tirando del nórdico que las tapaba y dejándola descubierta.
- ¡¡Luisita!! Que tengo frío ahora – se quejó Amelia arratrando de nuevo de él hacia arriba para taparse. – No me refería a esta maldad.
- No has especificado – manifestó levantándose de la cama para ir al baño ante la mirada de la morena.
- No me mires así – pronunció avergonzada al pillar a la morena comiéndosela con los ojos.
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Sueño de una noche de verano
Hayran KurguLos reencuentros no son siempre felices, sobre todo si éstos te devuelven al presente momentos del pasado que prefieres no recordar. Luisita y Amelia se conocieron en el pasado y ahora, las circunstancias de la vida las vuelven a situar en el mismo...