23.- Yo no soy todo el mundo

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Aunque la intención inicial era de subir al hotel para darse una ducha antes del atardecer para poder verlo desde uno de los miradores, se les había echado la hora encima y seguían en la playa, alternando entre la arena y el agua y decidieron permanecer en el mismo sitio.

Cuando el sol se ocultó en su totalidad, Marina y Luisita se acercaron hasta uno de los puestos de comida que había en el paseo marítimo para comprar unas patatas asadas rellenas de carne y, a la vuelta, compraron también algo de alcohol con lo que empezar la noche.

Tras cenar tranquilamente en la arena y después de haber terminado una de las litronas, Mateo tuvo la brillante idea de jugar a la botella.

- Ni que tuviéramos quince años Mateo – habló Luisita sin terminar de ver la idea que acababa de proponer su amigo.

- Ni que no nos pudiéramos divertir un rato – contraatacó el chico.

- Cartas no tenemos y mucha luz tampoco hay – añadió Amelia. – Juego de la botella, cervezas,... ¿qué puede salir mal? – preguntó entre risas.

- Que salgan algunos trapos sucios y mañana a la vuelta sean las cuatro horas más largas de nuestra vida – señaló Marina.

- Tienes la opción de beso si la respuesta es muy comprometida, cariño – manifestó Mateo.

- Uy, uno que tiene miedo ya – insinuó Amelia.

- Sabes que puede no besarte a ti, ¿verdad? – dijo Luisita siguiendo la broma de la morena. – Que también nos puede besar a Amelia o a mí.

- Yo confío en mi chica – pronunció orgulloso.

- Lo sé amor – confesó Marina acariciando la mejilla de su novio. – Pero si tengo que besarlas yo lo hago encantada – agregó haciendo reír a las otras dos chicas ante la sorpresa de Mateo.

- Gracias, supongo – musitó el chico. – Quizás no ha sido muy buena idea.

- Ayyy tonto, ven aquí – expresó la chica sujetándole de las mejillas para darle un beso en los labios. – Si yo sólo tengo ojos para ti.

- Estoy a punto de vomitar purpurina – comentó Amelia a Luisita ante la imagen de sus amigos.

- Cuando los tortolitos quieran...

Tras ese pequeño momento romántico protagonizado por Mateo y Marina comenzaron el juego, al principio con preguntas más banales como la primera borrachera o confesar algo que aunque parezca infantil siguen haciendo para que, a medida que bajaba el nivel de las otras litronas, subía el tono de las preguntas, que empezaban a ser más personales y comprometidas.

- ¿A quién te llevarías a una isla desierta? – preguntó Amelia a Marina.

- A alguien que me saque de ahí – respondió la chica.

- Ah, ¿a mí no? – dijo ofendido Mateo.

- Pues yo estoy con Marina – apoyó Luisita.

- Pues yo no. Si me llevo a alguien a una isla desierta es para que no me saquen nunca, si no no me llevaría a nadie, vamos, que no iría.

- Mírala, qué lista ella. Alimentarte no sé, pero follar... – declaró Mateo.

- Ya nos buscaríamos la vida luego para sobrevivir – indicó entre risas.

Después de responder a su pregunta, Marina hizo girar la botella y ésta quedó apuntando a Amelia, invirtiendo los papeles anteriores.

- ¿Has estado enamorada alguna vez? – inquirió la chica.

Sueño de una noche de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora