44.- Amelia es de fiar

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Cuando Manolita cerró la puerta, las chicas aguantaron varios segundos apretando los labios hasta que la rubia no pudo más y comenzó a reír para destensar la situación.

- Luisi... – pronunció Amelia tapándose la cara con las manos. – Perdóname cariño, de verdad, es que... – suspiró.

- No hay nada que perdonar, Amelia. Deja la cazadora y la mochila en el armario si quieres y ven aquí, que ya se ha ido mi madre.

- A ver si se le ha olvidado algo y vuelve – expresó la morena quitándose el abrigo y guardando sus cosas junto a la bolsa de Luisita.

- Que no, que ha cogido su bolso. Seguro que va a tomarse un café o sale un poco a la calle a estirar las piernas. Ven – dijo tirando de su brazo para que Amelia se inclinara hacia ella para besarla. – Ay, los rizos – rio con algunos mechones de pelo interponiéndose entre las dos y retirándolos con la mano izquierda para besarla bien.

- Cuidado, que estás recién operada – se preocupó.

- Puedo moverlo bien – la tranquilizó.

- ¿Te duele? – demandó acariciando el dorso de su mano.

- No. Me he tomado los calmantes con la merienda, así que no – señaló. – Siéntate, que te hago un hueco – Lusita se movió para que Amelia pudiera sentarse en la cama.

- ¿Te han hecho mucho? – preguntó colocándose frente a ella.

- Me lo han vendado para que no se infecten los puntos. Han abierto por el mismo sitio para no tener dos cicatrices, han quitado la placa y ya – resumió. – Mañana por la mañana pasará el médico para verlo y luego me darán el alta.

- ¿Y los puntos?

- La semana que viene, si van secando bien. ¿Cuándo te vas? – quiso saber recorriendo su pierna con sus dedos. – Porque imagino que será un viaje relámpago y no entiendo por qué no me estás dando todos los besos que me habías prometido – se quejó con un puchero.

Amelia se acercó y acunó la cara de Luisita con sus manos dejando besos cortos sobre sus labios antes de bajar la velocidad para disfrutar del momento.

- ¿Ya? – interrogó Amelia.

- Puedes seguir si quieres, que no me voy a quejar – indicó poniendo morritos con los ojos cerrados, esperando que la morena continuase su retahíla de besos.

- Me voy mañana al mediodía – manifestó al separarse. – Me ha cambiado el turno Natalia, que también le venía genial porque es el cumpleaños de su madre y así tiene la noche libre. Ganamos todas – sonrió acariciando su mejilla.

- Sí. Adoro a Natalia sin conocerla mucho – declaró Luisita. – Oye – habló con vocecilla infantil entrelazando sus dedos con los de Amelia.

- ¿Qué?

- Que muchas gracias por las rosas. Son preciosas – dijo emocionada mirando el ramo que había colocado su madre en agua.

- Tú sí que eres preciosa – piropeó la morena. – Tu ramo de rosas – se encogió de hombros con su mirada sobre las flores. – Te lo prometí.

- Sólo te falta la carta de amor y la cita.

- Pues te aseguro que escribir no es lo mío, y menos cosas de amor. Para la cita había pensado algo más elegante, más romántico, con velas, vino, champán,...

- Una habitación de hospital, puré sin sal y algo parecido a un filete no es lo más romántico del mundo, pero es todo lo que puedo ofrecerte esta noche.

- Mientras estemos tú y yo, lo demás me da igual – confesó la morena al tiempo que Luisita se mordía la sonrisa.

La rubia llevó su mano enlazada hasta sus labios y la besó el dorso.

Sueño de una noche de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora