57.- Tú y sólo tú, Amelia

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- ¡¡Pero bueno!! ¡A quiénes tenemos por aquí! – exclamó Natalia al tiempo que recogía una de las mesas de la terraza al ver aparecer por el bar a la pareja junto a Mérida. – ¿Qué tal? ¿Os habéis relajado mucho? – preguntó con doble intención.

- Muchísimo, no te haces una idea – confirmó Amelia.

- Sí cariño, por la carita que traéis sí me hago una idea – rio provocando que Luisita se sonrojara. – ¿Vais a tomar algo?

- Sí, nos quedamos aquí fuera, que pega un poco el solecito – indicó la morena acomodándose en la mesa que acababa de limpiar su compañera.

- ¿Dos jarritas?

- Venga – aceptó. – Es una sólo, cariño – se justificó Amelia ante la mirada de "tienes que conducir" de Luisita. – Nat, tráenos algo rico de comer – pidió.

- Claro, ahora os traigo algo, que tendréis que recuperar energías – pronunció dirigiéndose hacia el interior del bar.

- Qué cabrona eres... – susurró la morena.

Unos minutos más tarde, la pelirroja regresaba con un par de jarras de cerveza, un plato de barro con comida humeante y una cestita de con varios trozos de pan.

- Mmmmm... carne en salsa – expresó Amelia babeando. – Está riquísima – se dirigió a Luisita.

- Para que veas que os cuido bien, que es lo que tenemos de menú hoy – señaló la camarera.

- ¿Qué tal por aquí? – se interesó la morena.

- Nada, tranquilo, ya sabes. Está Jesús en la barra, que ha venido hace un rato, pero he abierto sola y sin mucho jaleo – explicó.

- Luego pasamos a verle – la rubia asintió.

- Bueno, os dejo, que algunas tenemos que trabajar – dijo Natalia con resignación.

- Ya te queda menos – rio la morena.

- Sí que está muy bueno – declaró Luisita tras llevarse un trozo de carne a la boca. – Pero quema.

- ¿Ves? Ya te lo he dicho. Siempre que hacen, les pido que me guarden un poco para comer.

- Mira cómo se aprovecha.

- Hombre no... – rio la morena. – Ventajas de trabajar en un bar – manifestó Amelia dando un trozo de pan mojado en la salsa de la comida a Mérida. – Por cierto, tú nunca habías estado en el bar, ¿no? – preguntó llevándose la jarra de cerveza a sus labios para dar un trago.

- No, de hecho, creo que tampoco había venido al pueblo porque en verano no bajé nunca y la otra vez que viene casi no salimos de tu casa – recordó Luisita.

- Mucho más interesante, desde luego. Aquí hay poco que ver, la iglesia y detrás el ayuntamiento, todo en la plaza del pueblo, ya lo estás viendo. Está también la ermita de la virgen, pero está a las afueras del pueblo, por el otro lado, pero no te pierdes nada, la verdad – comentó con sinceridad. – Aquí no hay castillos medievales ni cosas así.

- Prefiero hacer turismo en otros sitios que tienen mejores vistas – susurró la rubia humedeciéndose los labios y mirando a la morena con intensidad, provocando que Amelia tuviera que beber de nuevo para bajar el calor repentino que apareció por todo su cuerpo.

- Ni saludar a tu compañero del alma... Qué bonito Amelia, qué bonito... – apareció Jesús para suerte de la morena.

- ¡¡Jesús!! – se levantó para abrazarle. – Le he dicho a Nat que pasábamos más tarde. Creo que os conocisteis en las fiestas en verano, pero os presento de nuevo.

Sueño de una noche de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora