65.- No puedo contigo

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- Buenos días – pronunció Amelia tras un pequeño ronroneo provocado por las caricias de la rubia en su espalda.

- Buenos días, señorita – respondió Luisita con una sonrisa en sus labios besando su pelo.

- ¿Llevas mucho rato despierta? – preguntó la morena dejando un beso en su cuello.

- No, no mucho, no sé. Creo que me ha despertado una moto que ha pasado a toda velocidad – confesó la rubia.

- Yo me muero de sueño – dijo la morena en un bostezo a la vez que estiraba sus piernas.

- ¿Ves? El café de ayer. Te dije que no era buena idea tomar café por la tarde – declaró Luisita.

- ¿El café? – demandó Amelia elevando una ceja.

- Claro. ¿Qué iba a ser si no?

- Eres una sinvergüenza, que lo sepas – la señaló.

- Alaaa... Pero si yo no he hecho nada – expresó fingiendo ofensa. – O a lo mejor sí – comentó unos segundos más tarde con una sonrisa traviesa.

- Lo tímida que eras al principio y ahora...

- ¿Ahora qué? – inquirió Luisita juguetona.

- Pues que ahora no sé si quiero ver cómo me has dejado el cuello, cariño.

- Sólo fueron unos besitos.

- ¿Unos besitos? – interrogó su novia sorprendida. – Serás... – pronunció comenzando una ofensiva contra la rubia.

- No, Amelia, no, por favor – dijo seria tratando de zafarse y haciendo que la morena parara de golpe. – Cosquillas no, que tengo muchísimo pis – manifestó con naturalidad causando una carcajada en su chica. – ¿Me dejas ir al baño? – imploró abriendo al máximo sus ojos y poniendo morritos.

Amelia cedió a las súplicas de la rubia, liberándola para una rápida visita al aseo.

- ¿Te has lavado las manos? – preguntó con ironía la morena, tumbada de costado con el codo apoyado sobre el colchón.

- Sí, tonta. Mira – la rubia llevó el dorso de su mano a la mejilla de Amelia al regresar a la cama junto a ella. – ¡Qué frío! – exclamó metiéndose de nuevo a su lado.

- Eso parece – indicó jocosa la morena al observar la reacción del cuerpo de su novia a las bajas temperaturas.

- ¡Amelia! – pronunció ruborizada tapándose con la sábana y el nórdico.

- Si quieres, te puedo dar calor humano – ofreció acariciando el costado de la rubia que se había tumbado en la mismas posición en la que estaba ella.

- Qué sutil eres.

- O tú una malpensada que sólo piensas en eso – contraatacó alargando el recorrido que realizaban sus dedos unos centímetros más cada vez.

- Amelia, que nos vamos conociendo ya.

- Pues yo anoche descubrí una Luisita autoritaria que no conocía – declaró la morena. – Y he de confesar que esa Luisita me pone muchísimo – susurró sonrojándola y haciendo que bajara la mirada avergonzada. – Me encanta cuando te sueltas y me encantas tímida, aunque cuando pierdes la timidez...

- ¿Ah, sí? – demandó la rubia.

- Ajá – respondió sobre los labios de Luisita que volvían a atacar los suyos iniciando una nueva batalla.

La morena dejaba que fuera su chica la que llevara la iniciativa una vez más mientras ella recorría el cuerpo de la rubia con sus manos abarcando al máximo todo lo que podía.

Sueño de una noche de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora