66.- No todas las historias de amor acaban bien

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Las fechas navideñas estaban a la vuelta de la esquina y con ello el trabajo extra en El Asturiano pero sobre todo en el Kings, con la continuación de las cenas de empresa y amigos tan típicas de esos días y las dos eran conscientes de que pasarían algunas semanas hasta volver a verse sin una pantalla por medio, por lo que preferían sacrificar horas de sueño por disfrutarse mutuamente.

Apenas había ruidos en la calle cuando cayeron dormidas tras una noche larga e intensa y se despertaron con los rayos de sol atravesando las cortinas y golpeándolas directamente, algo que en otra ocasión les hubiera molestado pero esta vez miraron la parte positiva de abrir los ojos poco después de las ocho de la mañana, sabiendo que tenían seis horas escasas antes de que la distancia se interpusiera entre ellas una vez más.

Los sonidos de los besos dieron paso a jadeos y gemidos, silenciando los motores de las furgonetas que comenzaban sus labores de carga y descarga en las tiendas que llenaban la calle hasta que el silencio volvió a envolver la habitación, ajena al trasiego exterior.

- Son los que me compré en el Rastro – indicó Amelia, tumbada de costado frente a Luisita.

- Ya – dijo la rubia con una sonrisa girando uno de los pendientes que llevaba la morena dejándolo recto.

- Que qué cabezona te pusiste – recordó riendo tras el golpe que recibió de manera fortuita la rubia en el brazo que tenía lesionado.

- Jo Amelia, es que era la excusa perfecta para ir de la mano y tenerte cerca – confesó con un puchero jugando con sus rizos. – Y luego nos fuimos y ya nada.

- Mírala ella, capaz de sacrificar su integridad física y poner en riesgo su recuperación para tenerme cerca pero incapaz de lanzarse.

- ¿Me lo vas a recordar siempre? – preguntó Luisita.

- ¡Anda, pues claro! – rio la morena. – ¡¡Si la piscina rebosaba!! Sabías más que de sobra que estaba loca por ti.

- Pero tus antecedentes no ayudaban – señaló defendiéndose.

- En un primer momento, al principio de todo cuando nos reencontramos en la fiesta de Armando, puede que no, estoy de acuerdo. Pero después te demostré que me importabas de verdad y aun así me lo pusiste muy difícil, eso no me lo puedes negar.

- No. En realidad, en aquellos días estuve a punto de decirte que me gustabas varias veces pero siempre terminaba callándome por las inseguridades y la vergüenza – admitió la rubia.

- ¿Vergüenza de qué? – demandó con curiosidad Amelia apoyando su cabeza sobre su brazo mientras Luisita se tomaba unos segundos para hablar.

- De que supieran que me gustan las chicas, de sentirme señalada, que mi familia se avergonzara de mí,... En el instituto sentía que si decía algo mis amigas me darían de lado, me marginarían – confesó. – Además, yo veía que no era como las lesbianas que había, más masculinas...

- ¿Con pelo corto y camisa de cuadros? – preguntó con la ceja elevada la morena.

- Ahora sé que todo está bien, que los estereotipos no sirven de nada, que no tengo que avergonzarme por ser así, que tengo la mejor novia del mundo y una familia que me apoya en todo – presumió orgullosa.

- Pues claro que sí. Es que no te mereces menos, cariño – pronunció antes de besarla sujetando su mandíbula.

- Ya, pero hace unos años no había muchos referentes y menos mujeres – declaró Luisita.

- Las lesbianas hemos existido siempre. Otra cosa es que hayamos estado silenciadas y ocultadas la mayor parte del tiempo, que ni siquiera en el franquismo se nos perseguía porque todo lo hemos hecho dentro de casa. De ahí lo de "vive con su amiga". Te digo yo lo que hacemos mi "amiga" y yo – expresó la morena con media sonrisa.

Sueño de una noche de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora