05.- Luisita, creo que no deberías beber más

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El domingo por la mañana había salido en la conversación la verbena que tendría lugar el fin de semana siguiente en uno de los pueblos vecinos, la primera del año que daba comienzo de manera no oficial al verano en la comarca, y Mateo y Lourdes le propusieron a la rubia quedarse esa semana con ellos en la casa del pueblo. En un principio, a Luisita, aunque la idea le entusiasmó, la responsabilidad de ayudar en El Asturiano y su turno de trabajo en el King's hicieron que rechazara la propuesta pero los hermanos enseguida fueron a Marcelino y Manolita con el plan y, tras una llamada a María para que reajustara los horarios del resto de camareros para cubrir su turno y darle esos días de vacaciones, accedieron pensando que unos días más alejada del barrio le harían bien.

A pesar de sentirse en casa de sus amigos como en la suya propia, las mañanas durante la semana no eran la cosa más apasionante en el pueblo. El primer día desayunaron los cuatro jóvenes juntos pero después cada uno se centró en su trabajo o estudios y la rubia decidió coger uno de los libros que tenían en el salón para leer mientras escuchaba música al sol antes de preparar la comida pero al día siguiente, una vez que habían desayunado y todos comenzaron sus tareas de nuevo, Luisita cogió la moto para hacer algunos kilómetros por las carreteras de los alrededores, descubriendo nuevos parajes y, aunque fuera con el teléfono móvil, hacer algunas fotos de aquellos paisajes que no solía ver muy a menudo para que, sobre dos ruedas, se le pasara más rápido la mañana.

A la tarde, cuando Lourdes había terminado con su trabajo del despacho, Mateo había aparcado el proyecto en el que estaba trabajando y Marina había dejado los apuntes del Máster que estaba a punto de acabar, disfrutaban de la piscina entre risas y cervezas antes de cenar en el jardín, aprovechando otra de las ventajas que les daba la casa del pueblo frente a los pisos de Madrid y finalizar el día sentados sobre el césped recién regado charlando con un cigarro sin temor a alguna reprimenda por parte de sus padres.

Para Amelia, esa semana, como todas las que trabajaba de tarde, era más tranquila, con menos ajetreo frente a los clientes, pero más trabajo de almacén, colocando aquellos pedidos que habían llegado a primera hora del día y sus compañeros no habían tenido tiempo de organizar, además de dejar cargadas las cámaras de refrescos y demás bebida y limpiar el bar, para que, los que abrían al día siguiente, tuvieran todo listo.

Por las mañanas, intentaba apurar al máximo entre las sábanas hasta que su compañera comenzaba a meter el hocico entre sus rizos indicando que era hora de salir a dar un paseo. Al regresar del pequeño paseo, preparaba un café y cogía algo de fruta para desayunar al sol repasando el guión de la obra que estaba ensayando con su grupo de teatro para estrenar en las fiestas del pueblo que tendrían lugar en apenas dos meses. Ninguno de los que formaban parte del equipo era profesional, pero sacaban tiempo de donde podían para ensayar y que el día del estreno frente a sus vecinos saliera lo mejor posible antes de comenzar la gira que realizaban en otros pueblos de alrededor.

Durante la semana no había hablado mucho con Lourdes y Mateo, y las conversaciones casi siempre empezaban después de que uno de los dos hermanos le enviara una foto de sus cervezas, de ellos divirtiéndose en la piscina o tirados al sol dando envidia para interesarse por ella cuando estaba trabajando.

Habían quedado para el sábado en cenar en casa y alrededor de las diez y media de la noche, irse a la verbena en la que aún estaría la orquesta tocando a la que luego seguiría el DJ que amenizaba el resto de la madrugada hasta que salía de nuevo el sol con algunos valientes todavía bailando mientras que Amelia llegaría con Jesús y sus amigos cuando cerraran el bar.

Tras una larga siesta recargando energías para poder aguantar toda la noche de fiesta, los cuatro chicos se dieron un baño en la piscina antes de meter las pizzas que habían comprado en el horno para cenar y llenar el estómago frente a lo que les esperaba en la verbena.

Sueño de una noche de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora