Sueño de una noche de verano

10.- Sí, me ha contestado

[Amelia]
Hola Luisita! Cómo sigues?
He venido a Zaragoza a ver a mi madre
No sé si te apetece una visita o si molesto mucho con tus padres allí...

Incluso a Devoción le parecía mucha casualidad que volviera a aparecer por casa apenas tres días después pero agradeció que al menos, esta vez sí, llegara con una bolsa repleta con los tuppers que casi daba por perdidos.

- Amelia cariño, si me hubieras dicho que venías te habría preparado algo y te habrías llevado comida para unos cuantos días, pero así sin avisar... – protestó la mujer.

- Mamá, de verdad, que no hace falta. No pensaba venir hasta la semana que viene pero he salido pronto del bar – explicó mientras sacaba una cerveza sin alcohol de la nevera.

- Ya – asintió poco conforme. – La chiquita no tiene nada que ver...

- ¿Qué chiquita? – preguntó intentando ganar tiempo a sabiendas que, por mucho que negara, no iba a servir de nada.

- Tu amiga, la que está en el hospital – detalló Devoción al tiempo que se acomodaba en el sofá del salón.

- Ah, Luisi – dijo llevándose el botellín a los labios para dar un trago.

- Eso, Luisi – repitió la mujer. – ¿Qué tal está? – se preocupó. – ¿Le dijiste que lo que necesitara?

- Sí mamá, se lo dije. No sé, con molestias imagino. Hasta que no pasen unos días más supongo que seguirá con calmantes para que no le duela tanto.

- ¿Y vas a ir a verla? Porque tú no vienes un día entresemana porque sí, y menos sola – le reprochó.

- Es que luego no me haces caso a mí – se quejó Amelia. – Luego que si no te cuento nada.

- Y no me lo cuentas igualmente – rio su madre. – Hay que sacarte las cosas con sacacorchos, hija.

- ¡¡Pero si no hay nada que contar!! – replicó la morena entre risas también.

- Tú di lo que quieras...

- Que ya te montas tú tus películas – agregó.

- ¿Pero vas a ir a verla o no? – demandó Devoción.

- Sí – respondió sin pensar. – ¡¡No!! – rectificó inmediatamente. – Bueno, no sé. La he escrito cuando he aparcado, pero a lo mejor no quiere ver a nadie – la respuesta no dejó muy satisfecha a Devoción y lo mostró en una mueca. – Y tú, ¿no cuentas nada? – se interesó por su madre bebiendo de nuevo.

- ¿Yo? Qué voy a contar... Que me has encontrado en casa de casualidad, porque la tía Paqui tenía hoy revisión y no hemos ido a comer, pero los jueves es día de chicas y no sé si te querrás quedar mucho, pero a las ocho hemos quedado con las de las manualidades para ir a bailar – expresó.

- Sabes que me alegra mucho que hagas estas cosas – declaró con sinceridad Amelia.

- Lo que tendrías que hacer tú ahora mismo es ir al hospital a ver a la muchacha.

- Vamos a ver – dijo entre risas. – Si no sé si quiere que vaya.

- Seguro que lo está deseando, igual que tú, que te conozco hija – apuntó Devoción haciendo que Amelia negara con la cabeza mirando al techo.

- Mira que eres pesada mamá... – pronunció.

- Yo me voy a ir arreglando – indicó la mujer después de mirar su reloj de muñeca y ver la hora que era. – ¿Me ayudas a escoger modelito?