45.- Así me gusta

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Apenas había podido dormir más de quince minutos seguidos durante la noche, pendiente en todo momento de Luisita y, cuando empezaba a amanecer, Amelia aprovechó que la rubia se había quedado dormida tras tomarse la medicación para estirar un poco las piernas por la habitación y pasar al baño.

- Hola Amelia – saludó Manolita en voz baja cuando la morena salió del aseo.

- Hola Manolita. No te he escuchado entrar. Me estaba aseando un poco – comentó la morena.

- Sí, he oído el grifo del agua. No he querido hacer ruido para no despertarla.

- Le han traído las pastillas y ha caído después de tomárselas – explicó sentándose al otro lado del sofá.

- ¿Qué tal noche habéis pasado? – quiso saber la mujer.

- Bueno... Ha dormido regular por los dolores cuando se le pasaba el efecto del calmante y a medianoche tuvo unas décimas de fiebre, pero no le ha vuelto a subir.

- Y tú, ¿qué tal has dormido? – demandó Manolita preocupándose por ella también.

- Me trajo una enfermera una almohada y una manta para que me tapara – respondió.

- Eso no es una respuesta, Amelia – replicó la madre de Luisita, descontenta con la contestación de la morena.

- Un hospital no es el lugar ideal para dormir, pero mejor que las sillas de plástico de urgencias – declaró.

- Si es que no sé por qué os hice caso a los tres. Te tenías que haber ido tú a casa, que hoy tendrás que trabajar otra vez, y otro viaje – farfulló la mayor.

- No me importa, Manolita. Esta noche duermo en mi cama ya.

- Te he traído unos churros y café calentito, porque no habrás desayunado nada – dijo levantándose del sofá y cogiendo la bolsa que estaba sobre la mesita en la que había guardado el desayuno.

- No. Muchas gracias, pero no tenías que haber traído nada – agradeció sincera la chica.

- ¿Cómo que no? Por mucho que se queje María del olor que dejan en el coche nuevo, pero yo te traía unos churros recién hechos, que los ha hecho Pelayo para ti. Si quieres dejar alguno a Luisita se lo dejas, pero a ella le traen el desayuno y no iba a permitir que te tomaras un café de esos de la máquina, como que me llamo Manuela Sanabria.

- Ay, muchas gracias Manolita – pronunció emocionada ante el detalle.

- No, Amelia. Gracias a ti, porque lo que has hecho por mi hija no lo hace cualquiera – destacó.

- Manolita, yo... – comenzó a hablar sin saber muy bien por dónde iba a salir.

- Amelia, yo sólo quiero que mi hija sea feliz y que termine de sentar a cabeza de una vez – la interrumpió. – Y a ti se te ve muy buena niña.

- Yo quiero muchísimo a Luisi, te lo aseguro.

- Lo sé – dijo la madre de la rubia sosteniéndole las manos. – Y ella seguro que también. Tiene muy buen corazón, aunque cuando le sale el carácter como dice su padre...

- Ya, también tiene su genio – sonrió recordando episodios pasados.

- Uy, que no me entere yo – expresó alzando un dedo – A ver si tú consigues que estudie algo, el teatro o lo que quiera, pero que no se conforme con trabajar en el bar, que eso siempre lo va a tener ahí.

- Manolita, es que yo tampoco soy muy de estudiar. Un título no te da trabajo, además de lo que cuesta, y si a ella le gusta el King's...

- Si ya lo sé, pero parece que si tienes una carrera tienes mejor futuro.

Sueño de una noche de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora