54.- Te estás pasando

3.3K 233 41
                                    

- Por aquí chinos de comida para pillar algo complicado – expresó Luisita mirando por la ventanilla del coche.

- Chinos no, pero la gasolinera esa nos puede salvar – dijo Amelia señalando la estación de servicio que había en su camino. – Supongo que tendrá pan y algo de embutido. Cojo unas patatas fritas y guarrerías varias y algo para beber – indicó aparcando el vehículo en un lateral. – ¿Alguna petición especial tiene la señorita? – preguntó graciosa.

- Algo con chocolate – pidió la rubia.

- Eso ya pensaba cogerlo. ¿Te da igual galletas o lo que sea?

- Lo que quieras. Coge mi tarjeta para pagar.

- Luego – pronunció robándole un beso. – Guapa.

Amelia salió del coche dejando a Luisita con la primera sonrisa de las últimas horas en su interior. Tras unos minutos, la morena salió de la tienda de la gasolinera con un par de bolsas de plástico llenas de comida y bebida que guardó directamente en el maletero.

- ¿Has hecho la compra de la semana? – demandó la rubia.

- Pues casi, porque no se diferencia mucho... – rio Amelia mientras Luisita fruncía el ceño. – Es broma, amor. Aquí no había fruta – le sacó la lengua.

- ¿Qué has cogido al final?

- Un poco de todo: dulce, salado, unas cervezas, agua para después,... Algo con chocolate también – le guiñó el ojo.

Regresaron a la carretera secundaria que las había llevado el día anterior al hotel desde Loarre hasta que una señalización a la izquierda hizo que tomaran la nueva ruta y recorrieron los últimos kilómetros hasta la zona de estacionamiento y merendero.

Bajaron del coche y Amelia se dirigió al maletero para sacar la comida que había guardado anteriormente.

- Dejo a Meri suelta para que pueda correr. ¿Cojo la manta? – consultó Luisita.

- Yo creo que podemos comer ahí, en las mesas. Luego venimos a dejar la basura y cogemos la manta. ¿Te parece buen plan? – propuso.

- Sí. ¿Te ayudo? – Amelia negó.

- Mírala, que parece que no ha corrido en la vida – dijo la morena observando a Mérida.

- Lleva unos días que se ha movido poco, ahora tiene un poco de libertad... – reconoció la rubia.

- Esta noche cae rendida, o como los bebés, a la vuelta en cuanto suba al coche – bromeó Amelia.

- ¿Qué has comprado? – preguntó Luisita sentándose en uno de los lados del banco.

- Pues he cogido una barra de pan y un par de sobres de chorizo y salchichón para hacer unos bocadillos, patatas fritas, una bolsa de revuelto, aritos, conos de maíz y nachos. No había mucha variedad para elegir – señaló poniendo las bolsas de snacks y el resto de comida y bebida encima de la mesa.

- ¿Y dulce?

- Un par de cafés, unas galletas con pepitas de chocolate y otras rellenas y donetes. Bien de chocolate – rio. – Eso si quieres nos lo podemos tomar por ahí, tiradas en la manta en cualquier sitio.

En un momento hicieron un par de bocadillos y abrieron alguna de las bolsas para ir picando junto con las latas de cerveza, aprovechando el mediodía agradable que había quedado, sin nubes en el cielo que taparan el sol de los últimos días de noviembre.

Amelia había percibido un pequeño cambio en el rostro de Luisita: aunque no había recuperado totalmente su sonrisa y su alegría, sus ojos volvían a brillar poco a poco, tratando de olvidar el desagradable momento que habían vivido horas antes.

Sueño de una noche de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora