58.- Los chicos besan fatal

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A pesar de haber apurado bajo el nórdico hasta que Mérida las sacó de la cama, la mañana les había cundido bastante antes de poner rumbo a Zaragoza a casa de Devoción, con quien habían quedado para comer sobre las dos de la tarde.

- ¡Hola! – exclamó Amelia entrando en casa de su madre antes de la hora prevista.

- ¡Hola hijas! – les devolvió el saludo. – Dejad las cosas ahí en la entrada, donde no molesten.

- ¡Qué bien huele, Devoción! – pronunció Luisita en cuanto percibió el olor que salía de la cocina.

- He hecho albóndigas con verdura, ¿te gustan?

- Sí, me encantan – reconoció la rubia.

- Bueno, pasad al salón y me contáis qué tal lo habéis pasado, aunque ya he visto alguna foto. Saco unas cervecitas y un poquito de queso de aperitivo.

- Espera, que ayudamos. Te he traído el saco con la comida de Meri, por si no te quedaba – señaló la morena al ver que la perra ya tenía sus recipientes preparados.

- Lo tengo a la mitad todavía pero le he comprado unas galletitas de esas suyas. Ya que se queda estos días con la abuela, tendré que malcriar a la niña un poco – dijo la mujer sacando tres botellines de cerveza de la nevera y entregándoselos a su hija.

- La tienes demasiado consentida, que conmigo sólo come su comida y los huesos para morder – declaró caminando hacia el salón.

- Hija, un caprichito de vez en cuando.

- Menos mal que es una nieta perruna. Si fuera una nieta humana iba a ser la peor abuela del mundo – susurró la morena a Luisita que sonrió con timidez, sin querer pensar demasiado en lo que pudiera suponer el significado literal de esas palabras.

- ¿Qué os ha parecido el hotel? ¿Os ha gustado? – demandó la mayor tomando asiento con ellas.

- Sí, estaba muy bien. Y la zona también – expresó la rubia mientras la morena asentía al tiempo que bebía.

- Lo habrán reformado algo desde que estuvimos nosotros – intentó recordar Devoción. – Hace ya...

- Bastante – intervino Amelia casi interrumpiendo a su madre.

- Sí, más de quince años hará, no llega a los veinte. Eras una cría, que te dejamos con la abuela. Ahora estará todo más moderno. Le habrán puesto wifis y esas cosas de ahora.

- La zona de spa y masajes es una pasada, y el restaurante por la noche es increíble – indicó la rubia.

- Luisita se quedó asombrada con las vistas desde la habitación, que daban a las montañas – habló la morena.

- Es que toda la zona del Pirineo es preciosa. Seguro que en Madrid no tenéis esos paisajes.

- No, desde luego. La sierra de Madrid no tiene nada que ver – reconoció la más pequeña.

- También habéis estado cuando no está muy masificado. Un fin de semana en plena temporada de nieve debe de estar hasta arriba.

- Yo en la nieve como mucho lanzarme encima de una bolsa de basura o hacer guerra de bolas – rio la rubia.

- Como yo. Es que no veo ningún sentido esperar horas al telesilla para luego bajar haciendo eses... Con lo divertido que es lanzarse bolas de nieve y revolcarse.

- Y llegar empapada a casa y congelada, ¿verdad, Amelia?

- Daños colaterales de la nieve, mami – expresó poniendo una carita que provocó que Luisita se mordiera la sonrisa.

Sueño de una noche de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora