40.- Cómo me gusta esta Luisi

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Las luces principales del local estaban apagadas y Luisita había encendido los leds que decoraban alrededor de los estantes donde estaban colocadas las botellas de alcohol en la barra.

Había estado mirando las cámaras comprobando que estuvieran cargadas para, en caso contrario, hacerlo ella y así quitar algo de trabajo a sus compañeros por la tarde y se acercó hasta el almacén para coger alguna botella de whisky y ginebra de repuesto.

- ¡Hola rubia! – pronunció Mateo asustándola.

- ¡Hostia, Mateo! ¡Qué susto, tronco! – exclamó sobresaltada.

- Me he encontrado a tu hermana por la plaza y me ha dicho que estaba abierto y bajara directamente – se justificó.

- Sí. ¿Has cerrado?

- Sip. Bueno, ¿qué? – preguntó directo mientras se sentaba sobre uno de los taburetes y se apoyaba encima de la barra.

- ¿Quieres algo? Tenemos barra libre – le guiñó un ojo.

- Como se entere tu hermana... Ponme una cerve – Luisita se acercó hasta la nevera en la que estaban los botellines, sacó una de su interior y, tras abrirla, se la entregó a su amigo. – Qué raro se me hace verte al otro lado después de estos meses – declaró.

- Pues ve acostumbrándote, que dentro de nada estoy de vuelta. ¿Qué haces tan pronto fuera del estudio? – se interesó.

- Teníamos que entregar unos documentos y me ha tocado a mí – se encogió de hombros. – Así que ya aprovecho para comer en casa y luego vuelvo.

- ¿Es sobre el proyecto aquel importante?

- ¿El del verano? – la rubia asintió. – No, es otro. En ese hemos pasado la primera criba y estamos con otras dos firmas para ver quién se lo lleva al final. Puesta al día de mis trabajos, te toca hablar a ti – la señaló con el botellín de cerveza llevándoselo a la boca.

- ¿No os ha contado nada Amelia? – interrogó con una sonrisa tímida.

- No, nos ha tenido completamente abandonados. Supongo que tendría cosas mejores que hacer.

- Pues nada, muy bien. Ya me había dejado caer algo antes de esto, hablando y tal, y bueno, delante de mi hermana María que casi me muero de vergüenza – confesó provocando una carcajada en su amigo.

- Es que Amelia cuando se pone, hay veces que no tiene filtro.

- Lo que provocó que fuera estos días con ella fue una de esas veces, aunque ya llevábamos tiempo tonteando más claramente – el chico abrió los ojos sorprendido en busca de una explicación.

- ¡¡La cita!! – exclamó recordando.

- ¿Qué cita?

- El día anterior a que Amelia se fuera, cuando estuvo aquí. Por la tarde estuvisteis en el cine y luego cenando, y Amelia no me contó nada más, pero por la cara de idiota dormida que tenía al levantarse, pasó algo fijo.

- Pasó que la besé. Al despedirnos, estábamos en los soportales aquí al lado, nos abrazamos y...

- ¡¡Lo sabía!! ¡¡Es que lo sabía!! – pronunció sobresaltado. – Y tú diciendo que no había pasado nada. Un mes dándonos largas llevas y la otra igual. Sabía que os habíais liado.

- No nos liamos. Nos besamos y ya – puntualizó.

- Es lo mismo. Yo tenía razón. Pero ¿por qué no nos dijiste nada?

- ¿Estás enfadado? – demandó agachando la mirada.

- No, Luisi, no estoy enfadado, pero sí que esperaba que me lo contaras antes – expresó serio.

Sueño de una noche de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora