30.- Del postre te encargas tú

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Las horas pasaban demasiado lentas para Amelia en la mañana del viernes y casi podía afirmar que el reloj había ido hacia atrás en alguna ocasión.

Comió en poco más de media hora sin entretenerse para ayudar a Jesús a cargar las cámaras para la tarde y que así Natalia no tuviera mucho trabajo en la hora extra que le iba a hacer.

- Por mucho que mires el reloj no va a ir más deprisa – expresó Jesús al observar a la morena con la vista puesta en el reloj de manera constante. – ¿Estás nerviosa? – preguntó dejando una caja de refrescos junto a ella para terminar de rellenar la nevera.

- Histérica perdía' está – declaró Natalia al llegar.

- Gracias por la aportación Nat – manifestó Amelia colocando botellines.

- De nada – correspondió la pelirroja dándole un beso en la mejilla. – Para servir. ¿Qué tal la mañana?

- De viernes, ya sabes. Entretenida – indicó el chico.

- Por lo menos no te ha dado mucho tiempo a pensar en Luisi, ¿no? – demandó con esperanza su amiga.

- Bueno... – proclamó la morena.

- Ella tiene que estar igual o peor que tú, Amelia – trató de consolar.

- Ya... – dijo con una sonrisa en sus labios.

- Ay mi niña, que se nos ha enamorao', Jesús – pronunció provocando que Amelia la golpeara con el trapo que tenía a mano.

- Amelia, si ya habéis estado juntas y habláis todos los días. Ya os conocéis – aportó su compañero.

- No es lo mismo Jesús – paró la tarea que estaba realizando. – Hoy no he hablado con ella en todo el día y además no sabe que no trabajo el finde, y no es igual hablar por WhatsApp o quedar a tomar algo como amigas que... – confesó sin saber cómo continuar.

- Que ¿qué? – inquirió Nat.

- Pues esto, estar las dos cara a cara, a solas, en mi casa, un fin de semana entero, después de habernos besado, con una conversación pendiente y habiéndome declarado prácticamente delante de su hermana.

- Son tres días cariño, y en tres días da tiempo a hablar y a hacer muchas cosas que te quitan los nervios – señaló la pelirroja.

- Tú siempre tan romántica.

- Amelia, no te preocupes – dijo su amigo poniendo su mano sobre el hombro de la morena para reconfortarla. – Estoy seguro que va a salir todo muy bien, y que estás nerviosa sólo porque hace mucho que no la ves y te hace ilusión pasar unos días con ella.

- Gracias Jesús – declaró con una sonrisa acariciando la mejilla de su compañero. – Menos mal que te tengo a ti.

- No es que yo quiera acaparar Amelia, pero un gracias o un algo tampoco estaría de más, que si no es por mí no sé qué ibais a cenar – alegó modestamente Natalia.

- Pues ha quedado carne estofada del menú hoy, muy rica por cierto. Seguro que a Luisi le gusta – indicó bromeando. – Gracias cariño – expresó apretándole la mano.

- No me las des – pronunció restándole importancia causando una cara de confusión en Amelia. – Te he dejado la bandeja en la nevera. Sólo tienes que ponerlo en el horno para calentar y que termine de hacerse cuando lleguéis a casa mientras os tomáis un vino tranquilamente. Lo de las velitas y eso ya lo he dejado a tu elección, que sabes que a mí esas cosas como que no.

- Nat, los pequeños detalles son importantes también – afirmó el chico. – Unas flores, música de fondo,... – comentó risueño.

- Sois unos románticos – atacó Natalia. – Tú también, no lo niegues Amelia – espetó tras la mirada de su amiga.

Sueño de una noche de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora