37.- No tengo nada más que añadir

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Amelia había cogido una de las pelotas de Mérida y había salido con ella para que corriera libre por el campo durante los minutos que Luisita estuviera en la ducha, dándole intimidad y libertad para que se tomara el tiempo que necesitara bajo el agua y preparando la maleta. Desde el viernes, cuando llegó la rubia, su centro de atención había cambiado un poco y la perra había pasado a un segundo plano: los largos paseos que daban cuando salían habían sido sustituidos por la distancia imprescindible para que el animal hiciera sus necesidades cuando Luisita no las acompañaba.

Al regresar a casa, Mérida se quedó en el porche resguardada, mordisqueando uno de los huesos que tenía por allí, y la morena subió a su habitación para ver cómo iba la rubia.

- Ay, perdona – dijo inmediatamente Amelia al verla con una toalla enrollada en su cuerpo y otra en la cabeza. – Pensaba que ya habrías terminado.

- Me he entretenido un poco en la ducha. He puesto música y he perdido la noción del tiempo.

- Vaya – expresó Amelia con una mueca triste. – Si sé que vas a dar un concierto privado no salgo con Meri y me hubiera subido a escucharte.

- Canto fatal. No te pierdes nada.

- Voy abajo y así te dejo...

- Amelia – la retuvo sujetando de su brazo. – No vas a ver nada que no hayas visto ya – declaró Luisita sintiendo cómo se le subían los colores.

- Ya, pero antes estábamos a lo que estábamos y ahora... – manifestó tratando de salir del paso.

- Quédate, anda.

- Vale. Déjame algo para ir guardando en tu maleta e ir adelantando.

- Esa ropa es la que me voy a poner – señaló lo que había encima de la cama. – Sobre la maleta hay unos pantalones y una camiseta para guardar y debajo de la almohada está el pijama.

- Déjalo aquí – pronunció sin pensar la morena. – Si quieres, vamos, que así lo tienes para la próxima vez – terminó de pronunciar en un hilo de voz.

- ¿Quieres que haya próxima vez? – demandó la rubia tomando las riendas de la situación.

- Por mí no dejaría que te fueras – susurró contra sus labios antes de que Luisita los atrapara y colara su lengua en su boca. – Luisi – dejó escapar cuando la rubia jugaba ya con el lóbulo de su oreja. – Luisi, para por favor, que sólo tienes una toalla encima y me estás poniendo fatal – la rubia se separó ligeramente. – Es que me lo pones muy difícil, y si quieres que vayamos con calma a la estación...

- Sí – contestó segura la rubia. – Sí que dejes el pijama – agregó provocando una sonrisa en la morena.

- Así tienes excusa, aunque no te haga falta. La excusa digo, que el pijama...

- El pijama tampoco lo he utilizado mucho – declaró mientras se ponía la ropa interior.

- Es que siempre metemos ropa de más en la maleta que luego no nos ponemos – apuntó Amelia intentando no centrar su mirada en la rubia. – Que... – carraspeó – ¿has traído alguna sudadera o algo más abrigado? – preguntó.

- No, bueno, la cazadora vaquera.

- Yo creo que hace algo de frío para manga corta sólo, aunque tengas la vaquera. Coge una sudadera mía, por si acaso.

- ¿Tanto frío hace?

- Después de comer has dicho que tenías fresco – recordó la morena. – En cuanto caiga la tarde van a bajar aún más las temperaturas y a lo mejor con la cazadora sola... Además, que en el tren vas a estar más cómoda.

Sueño de una noche de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora