42.- No corras tanto

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Luisita había guardado en una pequeña bolsa de viaje un par de mudas y el aseo básico para el día que, en principio, debía estar en el hospital tras la operación.

Había cenado junto a su madre y sus hermanos algo ligero un poco antes de la hora habitual ya que, aunque en las últimas pruebas del preoperatorio le habían repetido que no debía ingerir alimentos ni bebidas desde la medianoche, Manolita se había empeñado en cenar a las ocho y media de la tarde, "por si acaso".

- Bueno, yo antes de dormir me como un tazón de leche con galletas porque me muero de hambre – expresó Manolín al finalizar su plato, todavía hambriento.

- Desnutrido está el niño – pronunció María.

- Estoy en edad de crecimiento – puntualizó el pequeño.

- Tú haz lo que quieras, pero no aparezcas por la habitación de tu hermana, que ella no puede comer ya – avisó su madre.

- Mamá, no puedo comer ni beber desde las doce y son las nueve de la noche. Tengo que ingresar a las siete y media, mientras me cambio, me preparan y todo, no entraré a quirófano hasta las ocho por lo menos – comentó Luisita.

- Pues un vasito de leche caliente antes de dormir – cedió Manolita. – Y nada de acostarte a las tantas, que os ponéis las dos a hablar por la noche como si no tuvierais horas a lo largo del día. Voy a bajar al bar, a ver si puedo ayudar a vuestro padre con algo y se sube el abuelo para cenar. Manuel, mañana comes en el bar, que María y yo vamos a estar con tu hermana en el hospital y en cuanto comas, te subes a casa a estudiar.

- Sí, mamá.

- Pero estudiar, ¿eh? Estudiar no es jugar a la consola. – dijo apuntando con el dedo.

Manolita salió del piso dejando a sus tres hijos en el interior terminando de recoger la mesa del salón y la cocina. En cuanto terminaron, el chico desapareció a su habitación.

- Luisi, un cigarrito sí, ¿no? – preguntó la hermana mayor.

- A partir de las doce ni fumar, ni beber, ni comer,...

- Ni... – continuó María riendo. – Aunque dicen que relaja mucho.

- Una amiga dice eso, ¿no?

- Claro, ¿por quién me tomas? – demandó aparentando seriedad.

- Anda vamos a la terraza – indicó la rubia dirigiéndose hacia el lugar para fumar.

- ¿Hay que estar allí a las siete y media? – interrogó María sacando un par de cigarros de su paquete y ofreciendo uno de ellos a su hermana pequeña.

- Sí, a esa hora tengo que estar en Admisión – confirmó con el cigarrillo en los labios todavía sin encender. – Si no quieres que tu madre se ponga más nerviosa y me ponga nerviosa a mí, deberíamos estar sobre las siete.

- Podemos salir a las seis y media de casa y llegamos bien, que a esa hora no hay mucho tráfico. ¿Has guardado todo? Que digo yo que no necesitarás mucho – manifestó María expulsando el humo de la primera calada.

- Me falta el cepillo de dientes y el cargador del móvil. El resto de cosas ya las tengo en la bolsa, un pijama, un par de bragas y poco más, porque si todo va bien, al día siguiente cuando pase el médico me da el alta.

- ¿Y ya se acabó? – quiso saber María y Luisita ladeó levemente la cabeza.

- Tengo que volver en una semana o diez días para ver cómo va la recuperación y quitar los puntos.

- ¿Vas a volver a rehabilitación?

- No creo. El fisio me dio una serie de ejercicios para la recuperación y me dijo que podía seguir con los que estaba haciendo allí para conseguir la movilidad completa.

Sueño de una noche de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora