56.- Ni se te ocurra

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Luisita introdujo su otra mano para que le fuera más sencillo subir el jersey y se deshizo de la prenda con rapidez a la vez que las dirigía hacia la cama.

Cuando sus piernas chocaron contra el colchón, Amelia se sentó sobre el borde de la cama y tiró de la rubia para que se sentara a horcajadas encima de ella.

- La belleza está en el interior – pronunció con voz ronca y una mirada llena de deseo al descubrir el torso de Luisita.

La morena comenzó a dejar besos húmedos en el abdomen de la rubia, subiendo despacio hacia sus pechos, que besó y mordió por encima de la tela que los ocultaba, elevando aún más su temperatura corporal. Tras esa pequeña parada, continuó hasta su boca donde mezclaron sus lenguas mientras sus manos arañaban la espalda de la rubia y las de la rubia se enredaban entre sus rizos para que no se alejara. Abandonó los hinchados labios de Luisita para regresar a sus pechos a la vez que sus manos luchaban con el cierre del sujetador para liberarlos y atacar su pezón, disfrutando y saboreándolo despacio, desesperando a la rubia que necesitaba más.

- Te dije que me iba a gustar más quitártelo y no me equivocaba – sonrió con malicia lanzándose al otro pecho.

Cuando ya los había dejado lo suficientemente sensibles, volvió a los labios de la rubia que esperaban con ansia.

- Me toca – susurró en su boca.

- Toca todo lo que quieras.

Luisita llevó directamente sus manos al broche del sujetador y se deshizo de él sin demorarse más de lo necesario. Empujó a Amelia contra el colchón para que le fuera más cómodo recorrerla y se acopló sobre ella, rozando con más facilidad su cadera con la de la morena. Coló una pierna entre las de Amelia y siguió moviéndose, frotando sus centros por encima de los vaqueros contra sus muslos.

- Luisi, quítame los pantalones y quítatelos tú – la voz de Amelia era una mezcla de orden y petición desesperada.

Luisita obedeció a la morena, llevándose todas las prendas que les quedaban por delante para que no hubiera ningún obstáculo más entre las dos.

- Túmbate bien en la cama – pidió la rubia.

- ¿Qué me vas a hacer? – demandó la morena en el centro del colchón apoyada sobre sus codos.

- Me has dicho que lo que quiera. Tengo carta blanca, ¿no? – contestó relamiéndose contemplando la imagen que tenía delante de sus ojos.

- Uff esa lengüita... – suspiró Amelia ladeando la cabeza imaginándola en cada centímetro de su piel.

- ¿Qué le pasa? – preguntó Luisita gateando hacia ella. – ¿Te gusta? – interrogó tumbándose encima suyo.

- Me vuelve loca – declaró la morena con la garganta seca.

- Y más que lo va a hacer – pronunció con suficiencia rozando sus labios.

La rubia inició un camino descendente sobre la piel de Amelia con un destino fijo sin detenerse demasiado en paradas intermedias hasta llegar al lugar que la estaba llamando a gritos.

Elevó la vista unos segundos desde su posición entre las piernas de Amelia para contemplar a la morena y hundió su cara en la humedad que le había provocado ella misma anteriormente, recorriendo con su lengua todos aquellos rincones que ya le eran familiares hasta que, ayudada por dos dedos en el interior de la de rizos, le hizo alcanzar el orgasmo.

Al terminar, subió a su altura para besarla compartiendo su sabor y recuperar el aliento juntas.

- Me encantas – expresó Amelia sujetando las mejillas de la rubia. – Toda tú – confesó sobre sus labios antes de acortar la distancia con unos besos que fueron subiendo de nuevo el ritmo para volver al mismo punto en el que habían estado con anterioridad.

Sueño de una noche de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora