64.- Tu hermana y Amelia hacen cositas

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Abrir el King's un domingo no era la actividad más emocionante de la vida de cualquiera de sus camareros. Los domingos eran, probablemente, el día más tranquilo de toda la semana en el pub y a Luisita, esas primeras horas de la sobremesa sin apenas clientela, se le hacían eternas.

Nada más entrar, después de dejar sus cosas en el despacho, encendió las luces del local y la cafetera para hacerse un café mientras arrancaba el ordenador conectado a la mesa de sonido para poner la música de ambiente. Echó un vistazo por las cámaras comprobando que la noche anterior se hubieran quedado llenas y dio un repaso de nuevo a las mesas para limpiarlas.

Tras media hora con la atención puesta en su teléfono móvil y las redes sociales, sirvió los primeros cafés y copas de la tarde a los clientes que habían ocupado varias mesas y, de vuelta a la barra, recolocó las botellas de alcohol que había en los estantes de la pared, observando que la cantidad de líquido que quedaba en alguna de ellas estaba cerca de agotarse.

Esperó algunos minutos por si alguien más se animaba a entrar pero finalmente puso rumbo al almacén para coger aquellas botellas que preveía podían agotarse a lo largo de la jornada dominical y se dispuso a colocarlas perfectamente alineadas con el resto.

- Perdona – carraspeó una voz a su espalda.

- Un momento por favor – respondió Luisita sin darse la vuelta ni prestar demasiada atención.

La morena sonrió y recorrió el cuerpo de su novia con la mirada mordiéndose el labio inferior. No era la primera vez que la veía con el uniforme del King's pero cada vez que lo hacía se reafirmaba en lo bien que le quedaba ese vestido verde agua y en las ganas que le entraban de quitárselo.

- Dime – pronunció la rubia al tiempo que se giraba y quedándose muda al ver a Amelia al otro lado de la barra. – ¿Pero tú qué haces aquí? ¿No venías por la tarde? – preguntó en shock sin creer lo que veían sus ojos.

- Por la tarde es – dijo la morena riendo. – Si quieres me voy y vengo más tarde – expresó despreocupada.

- No, no, no, no. Tú no te vas a ninguna parte – protestó Luisita seria. – Bueno, igual si quieres ir a dar una vuelta o quedar con estos hasta que salga... – aflojó el tono pensando que había sonado demasiado duro.

- Ya lo vemos – declaró Amelia restándole importancia.

- ¿Quieres algo? – demandó la rubia.

- A ti, te quiero, y un beso, si puede ser – susurró Amelia apoyándose sobre la barra tras mirar a su alrededor.

- Yo decía de beber – apuntó Luisita ruborizada.

- ¿Tú bebes algo?

- Me acabo de tomar un café – respondió la rubia.

- Vaya... Pues ponme otro a mí, pero si no duermo esta noche va a ser tu culpa – bromeó la morena señalándola con el dedo.

- No vas a dormir esta noche y va a ser por mi culpa – manifestó con seguridad Luisita dejando a Amelia con la palabra en la boca encaminándose hacia la cafetera para preparar su café.

- Ey – habló la morena sujetando su mano cuando le dejó la taza – Que lo de que te quiero es verdad.

- ¿Y lo del beso? – demandó la rubia.

- Me puedo esperar un rato a que no estés trabajando – pronunció Amelia con cautela, reculando ante un posible rechazo de Luisita en esas circunstancias.

- Ya, pero yo no – confesó mirándola a los ojos.

- ¿Segura? – preguntó con los ojos brillantes. – En serio, que no me importa, que voy a tener toda la noche para comerte a besos – le susurró.

Sueño de una noche de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora