Cap. 03 - Agradecer a los Ancestros

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Mis prioridades acababan de cambiar completamente, bueno las que estaban relacionadas en seguir mi viaje. Nadie me alejaría de Jacob ahora que le había encontrado. Era mi compañero, mi alma gemela, una llave más para mi completa libertad. Pero, ¿un lobo? ¿Eso era posible?

Me volví a mover contra Jacob, necesitando sentirlo cerca mientras caminábamos hacia nuestro destino. Era relajante notar nuestros pelajes rozarse.

–Leah necesita relajarse, que te hayas imprimado no complicará más las cosas. – Habló Edward, un par de metros por delante de nosotros.

Gruñí molesta, ¿Leah? ¿Quien era esa y qué problema tenía con lo que había dictado el destino?

–Es la beta de Jacob. – Me respondió el vampiro. – Como te dije antes, no has llegado precisamente en el mejor momento.

Ya que voy a quedarme por aquí, mejor que me pongáis al día, ¿no?” Arrugué la nariz al notar que nos dirigíamos a lo que sería una guarida de vampiros. “Sí, sin duda necesito información.

–Nos dirigimos a la casa de mi familia. – Empezó a decir. – Lo primero sería que pudieras comunicarte con Jacob sin que tenga que estar yo intermediando, si no os importa.

No se lo iba a negar, saber que un vampiro se podía meter en mi cabeza y conocer mis pensamientos no me gustaba nada. ¿Qué habría escuchado en mi cabeza y qué no?

–Tranquila, tus pensamientos siguen siendo un misterio. Sabes ocultarlos bien, no como otros.

Eso no lo hace más agradable.” Pensé incómoda, muy incómoda.

Jacob se movió contra mí, hundiendo su hocico en mi cuello, y la incomodidad desapareció rápidamente gracias a su contacto. Debía ser cosa de la unión, estaba segura.

Ni mi familia era capaz de hacer algo así, aunque ellos tampoco es que pensaran en mi bienestar precisamente...

Me detuve al ver la gran casa moderna tras saltar un pequeño riachuelo, pero no me detuve por lo bonita que era, sino por lo mal que olía.

No quiero parecer maleducada, pero creo que esperaré al otro lado del agua.” Mientras Edward se lo trasmitía a Jacob, aparecieron los otros dos lobos. Fue entonces que me di cuenta de que la loba gris debía ser la tal Leah.

Antes de alejarme al otro lado del pequeño río, me empecé a restregar contra Jacob como si fuera una gata en celo reclamando a su macho elegido. Pero sabía porque mi jaguar tenía tal necesidad: Jacob era mi compañero y todos tenían que tenerlo muy claro.

Pasé por debajo del cuello de mi gran lobo alfa, miré hacia la loba, enseñándole los dientes en advertencia antes de pasar por el otro lado de Jacob y alejarme un poco de allí.

....

El tiempo que estuve sola, tuve que controlar la necesidad de ir a buscarle. Apenas había pasado un minuto o dos, pero no me importaba. Notar su aroma entre toda esa peste a chupasangre hacía que el tiempo fuera una agonía.

Además, no dejaba de estar vigilada. Leah me observaba desde lejos y solo esperaba que fuera porque no se fiaba de mí. Bien, porque yo tampoco me fiaría de ella hasta que nos conociéramos, aunque me parecía asombroso que ella fuera la beta de mi lobo. Si esto fuera un libro, de seguro terminaríamos siendo hasta buenas amigas a pesar de los gruñidos que nos estábamos soltando cada pocos segundos.

Eso hacía que siempre hubiera algún vampiro mirando por las grandes ventanas de la casa. ¿Preocupación por que nos atacáramos? No tenían porqué, la pareja de un cambiaforma era sagrada y no se la podía dañar.

Estar en alerta y pendiente de cada movimiento que aparecía en mi campo visual me había servido también para saber que todos los vampiros de la casa tenían los mismos orbes dorados que Edward, cosa que me transmitía cierta tranquilidad a pesar de lo que eran.

Alguien salió de la casa, y no pude evitar cruzar de un salto el río al saber que se trataba Jacob. No me había dado tiempo a observarlo con detalle antes de que entrara en la casa, pero ahora era otra historia.

Jacob era muy guapo, con sus cabellos negros y ojos oscuros. Alto, moreno y musculoso, era sin duda como si el chico ideal de mis sueños se hubiera hecho real. Y agradecía al destino y a los Ancestros por ello.

–Leah, ¿porqué no echas un cable a Seth con el perímetro? Todo está bien aquí.

La loba gruñó, no pareciendo estar de acuerdo mientras su mirada seguía en mí, pero le hizo caso y se alejó dentro del bosque.

–Aquí tienes. – Jacob me tendió ropa doblada con cuidado y la tomé con cuidado entre mis dientes, intentando no arrugar la nariz ante el leve aroma a sanguijuela que desprendía. – Esme ha intentado tocarla lo justo para que no se impregnara con su olor, y también te está preparando algo para comer. Ha dicho que si no te sientes cómoda entrando, te lo traerá aquí cuando esté listo.

Asentí un poco, era muy amable por parte de la vampira, esperaba poder agradecérselo en persona un poco más tarde.

Jacob pasó una mano por mi lomo, acariciándome levemente y no pude evitar volver a restregarme contra él, ronroneando al tenerle cerca de nuevo.

–Te espero aquí mientras te cambias. – Murmuró Jacob, pero siguió acariciándome y no sabía si quedarme junto a él un poco más o ir a cambiar a mi forma humana.

A regañadientes, me separé y me fui al bosque. Dejé con cuidado la ropa en el suelo y, finalmente, estuve de nuevo en mi forma de dos patas. Era tan extraño después de tanto tiempo volver a estar sobre dos piernas...

Me vestí con unos shorts vaqueros y una camiseta negra, que me quedaban como un guante, para mi sorpresa. Era ropa sencilla, pero me alegraba de ello porque sería fácil de quitar si tenía la necesidad de volver a mi forma animal.

Respiré hondo, oliendo el agradable aroma del bosque antes de centrarme en la maravillosa fragancia de mi compañero.

Ahora sí, había llegado la hora de poder comunicarme con Jacob y saber dónde me había metido gracias a nuestra unión.

Garras y Colmillos (Jacob Black)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora