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De la habitación número veintidós salían fuertes gritos, que fueron acallados por un enfermero en cólera, golpeando la puerta. Era casi la una de la mañana y Asthon Irwin y Shawn Mendes mantenían una fuerte discusión.

Shawn había sido ingresado en Cowell cuatro meses atrás. El chico sufría bulimia y ansiedad, provocadas por la muerte de su mejor amiga. Ella murió con tan solo diecisiete años, al sufrir un paro cardíaco, a causa de un cáncer de estómago que, por desgracia, había evolucionado hasta convertirse en metástasis. Shawn había conocido a Hailey cuando la chica se mudó a Manchester, al cumplir los catorce años. Desde el primer momento habían sentido una conexión entre ellos dos y fueron conscientes de lo necesaria que era su amistad para ambos. Pero todo cambió cuando a ella le diagnosticaron cáncer. Hailey lo llevó lo mejor que pudo, siempre era positiva respecto a su enfermedad y e ningún momento temió a la muerte, justo al contrario que su amigo. Shawn empezó a tener ataques de pánico y, para aplacar su ansiedad, empezó a comer de una forma incontrolada. Empezó a sentirse culpable por ello y a obligarse a vomitar.

La enfermedad de Hailey avanzaba y cada vez iba a peor. La quimioterapia no estaba dando buenos resultados y el cáncer se iba dando a conocer cada vez más. Y eso no ayudaba en nada a los trastornos de Shawn.

Al cabo de año y medio, Hailey falleció. En ese momento, Shawn se encontraba en la cafetería del hospital, comprándose un café para la larga noche que le quedaba al lado de su mejor amiga. Por desgracia, no llegó a despedirse de ella. Se escuchó un grito desgarrador. No era verdad, no podía ser verdad. El pitido de la máquina, los enfermeros corriendo de un lado a otro, la máquina de oxígeno, el desfibrilador... Todo daba vueltas en su cabeza, un torbellino construido a base de sus peores pesadillas. Su mejor amiga había muerto y él no había podido hacer nada para salvarle.

Shawn no pudo contener su dolor mucho más. La gente más cercana a él habían intentado evadir el principal problema del chico: la bulimia, pero había llegado a tal punto que resultaba imposible dejarlo pasar.

Por lo que sus padres decidieron internarle en la clínica.

- ¡¿ Es en serio Mendes, cómo se te ocurre meterme en mitad de la pelea, desgraciado?!-

- ¿ Y quedarme de brazos cruzados mirando cómo le rompían cada una de las costillas a Steve, imbécil? Me da a mí que no-

- Pues sí, porque al final el resultado ha sido el mismo para él y pero para tí. Le han roto cinco costillas de todas formas y a tí casi te rompen el tobillo y te han linchado, Shawn.-

-¡¿ Y a tí que más te da , en serio?! No que te importase tanto capullo-

- Shawn, cuántas veces te lo tengo que repetir. Me importas, solo quiero protegerte. Llevas aquí apenas cuatro meses, te recuerdo que llevo aquí cinco años, bastante más tiempo que tú. ¡ Tienes tan solo dieciocho años Shawn! Déjame ayudarte, por favor-

El chico miró a su compañero y puedo ver el terror reflejado en sus ojos. El pobre llevaba demasiado poco tiempo como para haberse acostumbrado aún.

Ashton, al llevar tanto tiempo allí, había aprendido a sentirse mejor ayudando a los demás residentes, sobre todo con los más jóvenes. Él solo tenía veinticuatro años, pero había gente más jóvenes que él y que no eran capaces de acostumbrarse al ambiente, algo totalmente normal. No podemos olvidar el hecho de estar en un hospital psiquiátrico, con múltiples trastornos mentales. No es un ambiente del todo agradable para vivir y relacionarte en él.

El chico había aprendido a comunicarse directamente con la mente de los demás y saber exactamente lo que necesitaban en cada momento. Parecía algo irreal.

Sus padres eran ambos psiquiatras y Ashton había crecido en un ambiente bastante sano en lo que se refiere a salud mental. Por eso le gustaba ayudar a los demás en el aspecto de hacerlos sentir mejor, en cuerpo y mente.

Al cabo del tiempo, se había propuesto que, al salir de aquel semi-infierno, estudiaría psicología y abriría su propia consulta.

Pero para ese día, todavía quedaba un largo trecho que recorrer.

- Ashton, lo siento, pero no me podía quedar parado. No puedo, va en contra de mis principios. Si alguien está sufriendo, voy a ayudarle, pase lo que pase. Aunque esa persona no pueda ser salvada, lo voy a intentar y tú no eres quién para decirme lo que hacer y lo que no hacer.- respondió Shawn, mientras se sentaba en su cama y hundía el rostro entre las manos.

Ashton pudo notar como el chico empezaba a sollozar. Rogaba ayuda, a su manera, pero lo hacía. Había aprendido que los que más se resistían a ser escuchados eran los más rotos de alma, los que realmente necesitaban ser salvados.

El chico se sentó a su lado y lo estrechó entre sus brazos. A Shawn no parecía importarle y , poco a poco, fue tranquilizándose. Al alzar la mirada, Ashton notó arrepentimiento en sus ojos, hinchados de llorar.

- Ashton, se que quieres lo mejor para mí, de verdad que lo entiendo. Y te lo agradezco. Sé que no lo debería haber hecho, pero no puedo controlar ese sentimiento de impotencia y de culpa que crece más y más en mi interior. Cada vez va a peor y no lo aguanto.- se sinceró.

- Es por ella, ¿ verdad?-

- ¿ Te refieres a Hailey?-

- Sí-

No hizo falta una contestación verbal para saber que se trataba de ella.

- No pude hacer nada, ¿ lo entiendes ? Absolutamente nada para salvarla y me destruye por dentro-

- Sé que te sientes culpable, Shawn. Pero no tuviste la culpa, se la llevó el cáncer, no tú. Al revés, eres responsable de que hubiese pasado buenos momentos, incluso estando enferma, porque te tenía a su lado. Y eso es muy especial.-

- Lo sé, pero todavía no estoy preparado para afrontarlo.-

- No te preocupes, tienes tiempo y yo te ayudaré, pase lo que pase.

Clínica Cowell [ls]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora